En Managua, en febrero de 1917, todavía con la resaca del centenario de la muerte de Rubén Darío y en plena celebración del sesquicentenario de su nacimiento, aprovechaba mi paso por las librerías de segunda mano del mercado Roberto Huembes o las del Israel Lewites, para preguntar si tenían algún libro sobre el inmortal poeta nicaragüense. Poco era lo que me mostraban y en su mayor parte se trataba de ejemplares de reciente edición.
Una mañana estaba en Jinotepe, y había entrado en una librería de ocasión, instalada en el parqueo de una casa de habitación que, como muchos otros en esta ciudad, cabecera del departamento de Carazo, había sido habilitado para la actividad comercial.
Cuando el propietario observó que llevaba un buen rato hojeando los libros apilados sobre una mesa y los que se apretujaban en los estantes, se acercó para ayudarme. Le dije lo que buscaba y, con mano diligente, fue haciendo acopio de algunos libros que entresacaba de los estantes y me los ofreció.
“El precio suele venir en la primera página. Si le interesan y se lleva varios podría hacerle una pequeña rebaja”. Me advirtió.
Eran cuatro. Todos de formato pequeño y de menos de 60 páginas. Uno de ellos era apenas un folleto, editado por el ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua conteniendo el decreto por el que se promulgó la Orden Rubén Darío en el mes de febrero de 1947. Al hojear los otros tres me llamó la atención que habían sido editados en Brasil, todos por la embajada de Nicaragua.
Uno de ellos llevaba por título “Homenaje a Rubén Darío en el 50º Aniversario de su Muerte”. Había sido publicado en 1996 y contaba con la participación de 20 escritores brasileños, entre ellos el Canciller del Brasil, Vasco Leitão da Cunha y el renombrado Manuel Bandeira, célebre poeta perteneciente a la primera generación del modernismo brasileño. Los otros dos libros eran de los años sesenta, cuando el titular de la embajada era Justino Sansón Balladares, quien ejerció el cargo desde 1951 a 1970. De 1960 era el libro “Algo sobre Rubén Darío en Brasil”, 48 páginas conteniendo algunos artículos escritos por Darío y dos poesías finales. En la parte final del prólogo, el embajador manifestaba que “Los diplomáticos nicaragüenses estamos obligados a mantener vivo el culto de admiración para nuestro Rubén Darío, que es lo más grande que nuestro país ha dado…”. El último libro era de 1967, con sesenta páginas, donde se revelaban los pormenores que habían hecho posible la donación por parte de amigos brasileños de catorce medallones de bronce, con sus respectivas placas, que luego habían sido colocados en las cabeceras departamentales de Nicaragua, con el fin de que el país glorificara al más grande de sus hijos. En el libro había numerosas fotografías de la mayoría de estos monumentos.
Le mostré el libro al vendedor y le pregunté si aún existía alguno de esos monumentos.
“Me temo que no. Hasta donde yo sé no queda ninguno. No somos un pueblo muy cuidadoso con nuestro legado cultural. Lléveselo. Es historia”. Respondió.
Lo cierto es que he preguntado a otras personas por estos medallones de bronce y he recibido respuestas similares. Tampoco he visto ninguno. Como último recurso busqué en el Internet, tratando de recoger alguna información de aquella época que diera cuenta de su instalación. Por suerte encontré algunos reflejos de esta actividad en los diarios de Nicaragua.
Por ejemplo, el 8 de diciembre de 1968, el diario La Prensa da cuenta de que “Se ha develizado en Tipitapa, un Monumento a Rubén Darío obsequio personal del Dr. Vicente Paulo Gatti; Embajador del Brasil. El medallón y las placas de bronce son obra de los escultores brasileños, Dante Croce y Curzio Zani, de Río de Janeiro, ambos de origen italiano. Para responder a tan generoso gesto, el Consejo Municipal de Tipitapa, decidió dedicar a la República del Brasil, país que el Embajador Gatti representa tan brillantemente en Nicaragua, la principal calle de la ciudad, la que pasa entre la iglesia y el cuartel en el costado norte del parque. La inauguración, se llevó a efecto el 30 de noviembre 1968, ofreciéndose una elegante recepción en los Salones de los Baños Termales de Tipitapa”.
En los fondos de la biblioteca del IHNCA (Instituto de Historia de Nicaragua y Centro América) encontramos que en Chinandega se instaló otro medallón, “Ubicado en el Atrio de la Iglesia de El Calvario: Este monumento fue un obsequio del pueblo de Brasil a Chinandega, donado por Fernando Marenco, consiste en un Medallón de Bronce con el rostro del poeta. Fue erigido en 1966 e inaugurado el 6 de febrero de ese año, en el cincuentenario de la Muerte de Rubén Darío.
El 6 de febrero de 1966, en la revista Novedades hay un artículo en el que se detalla que “El día de hoy, en la ciudad de Boaco, será inaugurado un monumento al inmortal Rubén Darío en el Parque Central, al conmemorar el Cincuenta Aniversario de su muerte. El Busto del monumento fue donado por el Dr. Pablo Teda, intelectual brasileño, gestionado por el Embajador nicaragüense en aquel país, don Justino Sanson Balladares”.
Parece ser que Justino Sansón se sintió cómodo con la actividad de instalar medallones de Rubén Darío; y ya desde su nombramiento como embajador en España, en diciembre de 1971, se propuso divulgar las bondades de su país utilizando la imagen de su escritor más insigne. Para ello, como indicaba el titular “Medallones a granel” de un cronista de la época, "se dedicó a ir colocando placas y organizar homenajes en cualquier lugar cuyo ayuntamiento estuviera dispuesto a organizar algunas charlas sobre su país y preparar el acto de homenaje al poeta".
Con este motivo procedió a donar los medallones a diversas ciudades, tales como Ciudad Real, Cáceres, Gijón, Caspe, Cabra, Santander, Valladolid, Vigo, Barcelona y Cartagena promoviendo la construcción de monolitos en los que quedara reseña de dicha donación. Así lo manifiesta en un libreto titulado “Recuerdo de mis primeros dos años en España” publicado por la Embajada de Nicaragua en 1973.
En el caso de Cáceres, se utilizó como pretexto el agradecimiento a los cacereños por la ayuda prestada tras el terrible terremoto que asoló Managua en 1972.
Ese fue también fue el motivo alegado para instalarlo en Valladolid, en 1973, como también consta en los diarios de la época. En el monolito que se levantó a tal efecto se inserta el medallón de bronce y figura la inscripción ‘’Ser Español es timbre de nobleza’’.
En León, en el parque del Cid, en el monolito, además del medallón con el busto del poeta, se puso una inscripción en letras de bronce, que rezaba: “Ser español es timbre de nobleza. Obsequio del Excmo. Sr. D. Justino Sansón Balladares, embajador de Nicaragua-Año 1972”. Con los años estas letras habían sido arrancadas, pero el Ayuntamiento restauró el monumento en el 2012 y recuperó el texto original en dos placas de piedra.
También en Barcelona, en el parque de la Ciutadella, en la pared de la biblioteca del Parlament próxima al Zoo, se encuentra una placa de mármol conmemorativa con un medallón a la memoria del poeta nicaragüense, que vivió en Barcelona en diversas etapas de su vida.
En Santander se coloca otro medallón sobre una base de piedra, en el jardín de la biblioteca Menéndez Pelayo.
Justino Sansón publicó un libro en 1975, titulado “Algo de Lo Que Hice Por Rubén Darío”, de 36 páginas, en el que da cuenta de su labor de promoción de la obra y del nombre de Rubén Darío, en los diversos países en los que ejerció como embajador de Nicaragua.
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