lunes, 19 de agosto de 2019

Rubén Darío, Andalucía y el poema "A Roosevelt"

Influido por sus primeras lecturas, donde la cultura oriental tuvo un peso decisivo, se observa desde bien temprano la presencia de Andalucía en la poesía de Rubén Darío. En 1885, casi veinte años antes de que llegara a pisar esas tierras del sur de la península ibérica, publicó dos poemas en el diario Mercado, de Managua, en el que cita expresamente situaciones y lugares de Andalucía:

El poema “Amor, Lumen”, el día 21 de Mayo, donde se halla la siguiente estrofa: Se me figura, a fe mía, / mirarte con languidez, / al morir de un bello día, / en un morisco ajimez / de la hermosa Andalucía.

     Y el poema “Etcétera, etcétera”, dedicado a Mariano Zelaya, en el ejemplar correspondiente al 28 de noviembre, donde exalta la belleza de una mujer de la que dice: Y tiene esto, y tiene lo otro, / y entre todas mi morena,  / no digo de las de aquí, / de todas las de la tierra, / inclusa la Andalucía con sus flores de canela...; / y... mucho más, mucho más…/ En, fin, etcétera, etcétera.

    Unos años después, en el poema “Pórtico”, escrito en 1892 para el libro “En Tropel”, del malagueño Salvador Rueda, hace una evocación de la geografía andaluza que él todavía no conoce personalmente: “Mira las cumbres de Sierra Nevada, /  las bocas rojas de Málaga, lindas / y en un pandero su mano rosada / fresas recoge, claveles y guindas. / Canta y resuena su verso de oro, / ve de Sevilla las hembras de llama, / sueña y habita en la Alhambra del moro; / y en sus cabellos perfumes derrama”.

Ese mismo año escribe,  también en España, El elogio de la seguidilla que fue publicado por primera vez en La América Moderna, de Santiago de Chile, el año 1895, bajo el título de: Canciones de España. “Pequeña ánfora lírica de vino llena / compuesto por la dulce musa Alegría /con uvas andaluzas, sal macarena, / flor y canela frescas de Andalucía”. 

No es hasta los primeros días de diciembre de 1903, cuando llega Rubén Darío a tierras andaluces.  Su primer destino es Málaga. Allí se instala inicialmente en el Hotel Alhambra, mientras busca una vivienda de alquiler, asistido por su amigo Isaac Arias, cónsul de Colombia en Málaga y buen conocedor de la ciudad.

Y es en esta ciudad andaluza, capital de la Costa del Sol, donde escribe su afamado poema “A Roosevelt”. Lo sabemos porque el 17 de enero de 1904, cuando ya se halla instalado en su nuevo domicilio en el número 9 de la calle de Fernando Camino, escribe a Juan Ramón Jiménez, enviándole este espléndido poema, en un manuscrito de cuatro páginas, que va dedicado al Rey Alfonso XIII, quien entonces tiene diecisiete años. No se sabe que le motivó a incluir esa dedicatoria, de la que pronto pareció arrepentirse, ya que como cuenta el poeta de Cádiz, en su artículo “Otro lado de Rubén Darío”, reproducido en el número 279 de la revista madrileña Mundo Hispánico, correspondiente a junio de 1971: “Al día siguiente recibí un telegrama de Rubén Darío pidiéndome que suprimiera la dedicatoria”.

Es probable, como señalan algunos autores, que el poema estuviera motivado por  los sucesos de la independencia del istmo de Panamá, ocurrida el 3 de noviembre de 1903, que fueron instigados por los Estados Unidos. Es bastante probable que este fuera un tema recurrente en sus frecuentes conversaciones con su amigo Isaac Arias y que los hechos le hubieran impresionado de tal manera que se constituyeran en el punto de partida circunstancial de este magnífico poema.

Juan Ramón Jiménez no solo lo celebró efusivamente, llegando a decir de él que “esas estrofas de bronce y de rosas están aprendidas en el trueno espumoso de las olas”, sino que siendo uno de los editores de la revista Helios, incluyó el poema en el número XI, correspondiente a febrero de 1904, ilustrado en la parte superior con una viñeta de ahorcados asediados por los buitres. Mientras que, siguiendo la costumbre de la época, todos los versos tienen la primera letra en mayúscula.

También escribe por las mismas fechas, a petición de Azorín que le solicita una colaboración para su revista Alma Española, el poema sin título “Yo soy aquel…”, un poema personal entre biográfico y metapoético, que es sobretodo un retrato interior, y que luego aparece como el poema-introductorio del libro Cantos de Vida y Esperanza. Curiosa circunstancia la que se da a partir de este poema sin título. Y es que, tanto en su versión original, cuando aparece en la revista  Alma Española en enero de 1904, como en las primeras tres ediciones del libro, publicadas en vida del poeta, no está dedicado a Enrique Rodó, como es habitual que ahora se reproduzca. Lo que sí le dedica a éste es el conjunto de la primera sección del libro, de la misma forma que la segunda sección está dedicada a Juan Ramón Jiménez y la tercera al nicaragüense Adolfo Altamirano. Parece que si la dedicatoria a Enrique Rodó se ha impreso a menudo a la cabeza del poema ha sido por  razones de economía editorial.


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