Empezaba sus obras realizando un dibujo a tamaño real. Con ese diseño se obtenía la imagen a escala. El siguiente paso consistía en armar la estructura que podía ser de madera o de hierro. Equivale al esqueleto de la escultura. Evita que las piezas se rompan y es importante para los brazos o piernas, que se alejan del cuerpo y son puntos fáciles de romper. A continuación se rellenaba la primera carga con cemento y arena gruesa. Para ello utilizaba una parte de cal por cada tres de cemento, con el fin de conseguir una mayor plasticidad en la masa obtenida, lo que le daba más tiempo para añadir sobre lo ya hecho y corregirlo en caso necesario (Hay que señalar que todas sus estatuas son macizas). En esta primera etapa del proceso se puede añadir más mortero con la ayuda de una espátula, perfilando así los detalles más finos. Pasados alrededor de 3 días se procede a eliminar el material sobrante con un cincel o con el uso de formones, pudiendo pulir luego la superficie con escofinas. Para la segunda moldeada empleaba arena fina, que permitía obtener las formas definidas del personaje dándole después un acabado exterior más fino con una lechada de cemento, previa a la aplicación de posibles acabados pictóricos.
Es él quien, ya retirado de toda actividad, da detalles de su biografía personal y artística en una carta que envía a D. Manuel Leiva y Leiva, de Managua, en la que responde a cada una de las preguntas que sobre su vida le hizo aquel en una misiva anterior. Para ello sigue el mismo esquema utilizado por su interlocutor, respondiendo una a una a cada pregunta, tal como se recoge en el libro “Jorge Navas Cordonero: breve historia de su
vida y obras” publicado en 1988 por Juan M. Navas Barraza.
Pero mejor veamos algunas de sus explicaciones, aquellas que están más
centradas en su actividad artística:
VIII. Habiendo dejado los
estudios a los dieciséis años, mi padre me dedicó a aprender un oficio, que fue
la sastrería, la cual ejercí durante algún tiempo.
IX. Por vicisitudes mi padre
me dedicó a labrar piedra en la Ermita del Panteón (Granada) y después me puso en manos del maestro albañil Don Carlos
Ferrey, quien aprovechando mi inclinación al arte, dedicome únicamente al
desarrollo del mismo.
X. A los veinte años hice
mis primeros trabajos en la iglesia de Xalteva (Los cuatro evangelistas en el frontispicio). En la iglesia de
Diriomo: San José, la Virgen de la Candelaria y San Simeón. (Estas estatuas colapsaron a finales de los años cuarenta debido a
que el centro de madera cedió y tuvo que hacerlas de nuevo con ayuda de su hijo
Juan José)
XI. Años más tarde hice para
la Iglesia de la Merced (en Granada) trabajos de ornamentación en la capilla y
esculturas.
XII. En el año 1904 me llevó
a León el señor obispo Dr. Simeon Pereyra y Castellón. Trabajé 24 años en la
catedral de León.
XIX. Taller formal nunca lo
tuve; trabajé en el claustro de la catedral de León y en mi casita de Granada,
las obras que se me encomendaron.
XXII. Trabajé durante 1989
hasta 1954, sin éxitos ni fracasos.
XXIII. El número de obras
que hice no lo recuerdo. Lo único que sé es que son incontables.
XIII. En León hice las
siguientes esculturas: la estatua de la Inmaculada que está en el frontis de la
Catedral; los cuatro hércules que sostienen la campana mayor; los doce
apóstoles que adornan el interior de la iglesia, con sus templetes; cinco
altares, cuatro grandes relieves dentro del templo y una fachada del Seminario;
la tumba de Rubén Darío; la tumba de Monseñor Simeón Pereira y Castellón;
cuatro leones en el atrio; toda la ornamentación y la arquitectura corintia en
el interior de la Capilla del Sagrario; siete esculturas y un medallón en
relieve en la misma capilla; cuatro pequeños relieves en la mesa del altar
mayor con los símbolos de los evangelistas. Todo esto en cemento, material de
mi predilección por su plasticidad. Más tarde hice un altar en la iglesia de la
Recolección y dos esculturas en el cementerio.
XXV. En Granada, mi ciudad
natal, trabajé muy poco. Una de mis obras de más valor es el altar de Jesús de
la Buena Esperanza, en la capilla de la Catedral.
(Su hija, Mercedes, recuerda
que hizo numerosas obras en el cementerio de Granada, destacando entre ellas el
Ángel y los relieves en la tumba de la familia Figueroa – Mora; el Jesús de la
Buena Esperanza en la tumba de Pedro Guerrero Castillo; un Cristo en la tumba
de Carmela Noguera; un San Luis Gonzaga en la tumba de J. Tomás Castillo; la
Virgen de la Dolorosa en la tumba de la familia Malespín).
XXIV. Trabajé para amigos de
Managua, Masaya, Granada, Diriomo, Nandaime, Rivas, Jinotepe, San Marcos,
Matagalpa, Juigalpa, Waspan, Estelí y otros lugares, mausoleos, imágenes,
altares, etc. (Trabajaba sus obras en su
casa de Granada. Hasta allí llegaban a buscarlo su extensa clientela desde toda
la República. Solo pedía algunos retratos de la persona a la que representaría
en la estatua, sus dimensiones y rasgos característicos y personales, su peso…
Con estos datos su dibujante, que en los últimos años fue Orlando Lacayo
Poessy, hacía una composición artístico panorámica bajo su dirección, a partir
de la cual comenzaba el trabajo de modelado).
XXVII. Estudié muchas obras
de arquitectura y escultura que puso en
mis manos Monseñor Pereira y Castellón. Para hacer los apóstoles de la
catedral de León el obispo buscaba alguna imagen de ellos en los libros que
guardaba. A partir de ellas un dibujante hacia la copia ampliada de la imagen
atendiendo a las sugerencias que le hacía el obispo. También me consultaban
sobre la dificultad que podía encontrar al pasarlo del papel al cemento.
Recuerdo que solo con el primer apóstol puse algún inconveniente. En esa ocasión intenté
advertirle de la dificultad de hacer el encargo y cuando terminé de exponer
todos los inconvenientes, él me miró sonriendo, con esa mirada que tenía que
era afectuosa pero también resolutiva y me dijo: No le estoy preguntando por
los problemas que puede encontrar al hacerlo, le estoy pidiendo que piense en
cómo solucionarlos. Todos los nicaragüenses tenemos algo especial y es que, lo que nos pongan a hacer, lo hacemos. Y si se presenta algún problema siempre lo resolvemos, aunque para ello tengamos que inventarnos una solución nueva y el resultado no sea ni duradero ni el deseado.
XXXVI. La práctica, la
dedicación y el estudio me ayudaron a llevar algo de perfección a mis obras.
Puse el mayor empeño en dar cuanto había en mí. Muchos han alabado mis obras y
me han felicitado por ellas; quizás lo hicieron por bondad o estímulo. Otros las han criticado
duramente, quizás con justicia. A unos y otros les agradezco que se hayan
ocupado de ellas, que son mis hijas queridas, y en cada una de ellas puse mi
mayor empeño y dejé un pedazo de mi alma, de mi vida y de mi corazón.
XXXV. Mis últimas obras las
hice con ayuda de mi hijo Juan José. La última fue un San Antonio.
XXXIV. Actualmente estoy
inactivo debido a mi ceguera.
Jorge Navas
Cordonero falleció en Granada el catorce de agosto de 1968. Fue un entierro
pobre, al que acudió muy poca gente. Prácticamente solo se veían sus numerosos
hijos y nietos, sus hermanos, sobrinos y demás familiares.
En la actualidad sigue siendo un gran desconocido para el conjunto de la población, a pesar de que la
Asamblea Nacional de Nicaragua instauró en su honor la Orden que lleva su
nombre el 26 de octubre de 2016, con el propósito de premiar el trabajo
artístico de los escultores nicaragüenses. Es un escultor que ha permanecido totalmente ignorado para la historia, al igual que otros muchos escultores en cemento que a lo largo de los últimos cien años han llenado de esculturas con aspecto marmóreo los cementerios de Nicaragua.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario