Se requiere de una explicación original y ciertamente audaz para ligar de manera relevante a Rubén Darío con Zaragoza, más allá de su paso ocasional en tren por la ciudad, en sus viajes entre Barcelona y Madrid. Sin embargo es en Zaragoza donde se encuentra uno de los monumentos a Darío más espectaculares de entre los que pueblan la geografía española. Tal vez la respuesta se ha de buscar en la biografía del impulsor de esta magnífica obra.
El día 9
de agosto de 1967, con motivo del centenario del nacimiento de Rubén Darío, el
teniente alcalde de la ciudad proponía, a la comisión de Cultura, la
construcción de un monumento en el Parque Primo de Rivera a la memoria de este
insigne poeta, estableciendo la piedra y el bronce como los materiales
adecuados para su realización y proponiendo a Ángel Orensanz como su artífice.
Pocos días después la iniciativa fue aprobada por el pleno del Ayuntamiento.
El
monumento se compone de una enorme roca, sobre la que se sitúa una estatua de
bronce que muestra a un niño atrapando una estrella (símbolo alegórico de la
poesía). El autor, que renunció a esculpir un retrato del homenajeado, buscaba
la conjunción de la escultura con la naturaleza, algo que logró con la
vegetación que crece a los pies del monumento, y que hace que la obra cambie de
aspecto según sea la estación del año. Debido a la gran altura a la que se sitúa
la figura del niño, el espectador percibe únicamente su silueta y la del astro
que atrapa entre sus manos.
Los materiales empleados fueron piedra de
Ulldecona y bronce. La escultura en bronce tiene unas dimensiones de 2 m. de
alto x 0,5 de diámetro. Se sitúa sobre un pedestal rocoso de 3 x 5 x 2 m. En él
hay una lápida de piedra con inscripción en verso de 1,2 x 1,5 m. Son los
versos de la poesía de Rubén Darío "Al Rey Oscar": "Mientras el
mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras la onda cordial aliente un
sueño, mientras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible,
una imposible hazaña, una América oculta que haya, vivirá España,".
Para su
inauguración, el día 22 de octubre de 1967, se invitó a gran número de
personalidades de Hispanoamérica, así como a los embajadores de Nicaragua,
Costa Rica, Colombia, Honduras, Panamá, entre otros. Hoy la escultura es
conocida como “El niño de la estrella” y el lugar ha recuperado su antiguo
nombre de Parque Grande.
Angel Orensanz es un escultor de amplia trayectoria. Nacido en Huesca (1940-2016) y establecido en Nueva York desde los años ochenta, conocido por esculturas que han dado la vuelta al mundo, era un hombre extravagante, incombustible y entusiasta, al que le encantaba contrastar su arte con la adversidad y braveza del entorno, situando algunas de sus esculturas en la nieve y en el agua, en lugares inhóspitos del Alto Ebro y el Pirineo aragonés.
En su biografía destaca que al poco de llegar a Nueva York comprase la sinagoga más antigua de la ciudad para transformarla en un centro cultural de fuste, hasta el punto de que hoy se la considera “la Notre Dame de Nueva York”. En reconocimiento a su labor el ayuntamiento de la ciudad creó en 2002 el Día Ángel Orensanz, convirtiéndose en el único español que ha conseguido un reconocimiento de esa magnitud. Desde entonces, todos los años se celebra el 10 de abril, el Orensanz Day .
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