La primera reacción viene de Julio Camba, renombrado crítico literario y admirador de la obra dariana, quien en el diario El País, del 8 de enero de 1907, publica el siguiente artículo, del que extraigo esta parte:
A propósito de la Epístola a la señora de Lugones,
me ha dicho un amigo de buena intención:
“De esa epístola yo elimino algunos versos mal
acentuados y escojo muchos alejandrinos
perfectos, sonoros y rotundos dignos de cualquier gran poeta clásico español”.
Yo entonces traté de explicarle a mi amigo que de
los versos de Rubén no se puede eliminar ninguno. Esos versos, los mal
acentuados y los bien acentuados, forman una unidad armónica de la que no se
debe suprimir nada.
Pero también hubo algunas
críticas especialmente duras, y no exentas de ironía,como la publicada el 12 de enero de 1907 por Valentín Gómez redactor en la
revista La Lectura Dominical, que firmaba con el seudónimo de Mínimus, personaje que gozaba de gran prestigio político y literario, y que poco
después ocuparía un sillón como académico de la lengua española, en la que se lee: …El
Imparcial del 7 de este mes que corre, publicaba
una cosa a modo de epístola poética que hubiera tirado de espaldas a Horacio.
Véase la clase:
En Río de Janeiro iba yo a proseguir
Poniendo en cada verso el oro y el zafir
Y la esmeralda de esos pájaros moscas
Que melifican entre las áureas siestas
foscas
Que temen los que temen el cruel vómito
negro.
Ya no existe allá fiebre amarilla. Me
alegro!
Y
yo también, aunque a veces la echa uno de menos cuando lee ciertas cosas, pongo
por caso:
Que si había un calor feroz, también
había
Todas las consecuencias y ventajas del
día.
En panorama igual al de los cuadros y
hasta
Igual al mejor de la fantasía.
Basta.
Mi ditirambo brasileño es ditirambo
Que aprobaría tu marido. «Arcades ambo.
Y
todo por el estilo hasta columna y media de necedades, locuras y disparates y basta.
En
fin; que no les melifique a ustedes don Rubén,
y
que tengan un año áureo y argentífero. Amén.
Concluyendo el artículo de la siguiente manera:
Concluyendo el artículo de la siguiente manera:
Aún
chorrean sangre nuestros oídos con aquellos disparates que el gran Rubén publicó en El Imparcial a la muerte de Navarro
Ledesma:
Era puro, era bueno; era lo que hay que
ser
Cuando
se trae en el hombro la piedra del deber;
Él la llevaba siempre esta piedra de
hierro.
Viendo hacia arriba el águila y hacia
los pies el perro.
…esto
es disparate de los que entran tres en una tonelada... ¿quién diablos trae sobre el hombro la piedra del
deber, ni quién lleva esta
piedra de hierro viendo hacia arriba el águila y hacia los pies el perro, como
una prueba de bondad inconmensurable?
Y
no hablemos de los discípulos de estos genios, que han idiotizado la juventud
de fin del siglo xix.
De nuevo es Julio Camba quien vuelve
a hablar algunos días después de este asunto, tratando de cerrar la polémica; y
lo hace en la revista semanal Nuevo Mundo del día 24 de enero, señalando que: …Desde
hace cosa de quince días, los literatos españoles se han dividido en dos
bandos: admiradores y detractores de Rubén Darío.
…En
este pleito Rubén Darío no es mas que un pretexto. Rubén Darío simboliza una
tendencia nueva en la lírica castellana y sus partidarios sólo defienden la
libertad de esa tendencia. Luego, cuando la novísima estética haya sido
admitida. Rubén Darío será juzgado con arreglo a ella. Se trata sencillamente,
de que no se examine un verso moderno tomando por término de comparación los
endecasílabos de Quintana … Rubén Darío hace sus versos según su fórmula. Los
versos son lo de menos y la fórmula es lo que está en litigio.
Un lector del diario, que
firma como “Un suscriptor leído”, escribe en la columna de opinión del diario
El Pais, el 25 de Enero de 1907, en respuesta al artículo publicado en “El Diario
Universal”, por José Martínez Albacete, crítico literario, colaborador asiduo
de los principales diarios de Madrid y poeta con poca fortuna, al tiempo que se
refiere con ironía al artículo de Camba:
Sr.
D. J. Martínez Albacete. Señor de mi más hondo respeto: Ese grito de honrada
indignación literaria lanzado por usted desde el popular periódico donde
escribe, el Diario Universal, nos
ha llegado al corazón a
muchísimos españoles que venimos soportando el coro convenido de adulaciones,
de bombos disparatados al sinsonte* americano con el plumaje parisién, al señor
don Rubén Darío, que no es más que un imitador, como usted demasiado sabe, del
anémico, del clorótico* Mallarme.
Terminando su alegato con
estas palabras:
Para
terminar esta carta-protesta deseo,
Sr. D. Rubén Darío, que se le acabe a usted el dinero y se tenga usted que ir a
Nicaragua, o a donde sea, en bien de la sana y robusta y original poesía
española.
En la España
Moderna, publicada en los primeros días de febrero de 1907, Eduardo Gómez de
Vaquero escribe lo siguiente: A
Rubén Darío se le discute principalmente por su originalidad. Aunque
aparentemente vivimos en un estado de anarquía intelectual, sin verdaderas
escuelas, sin pontífices ni definidores del arte literario que sean escuchados
y seguidos, lo tradicional conserva hondas raíces en el alma española, y los
neologismos de Darío, sus metros favoritos, más usados en la rima francesa que
en la castellana, sus imágenes libres y atrevidas, asombran a algunos y se
prestan a chanzas. Casi siempre se ha esgrimido el ridículo contra las
novedades. Pero esa misma originalidad rayana en extravagancia, y que a veces pasa
al otro lado de la raya, es la fe de vida de la joven poesía española de
América. No están bien estudiados ni son bien apreciados los poetas modernos de
la América española. La exuberancia de imaginación que, engendrando muchas imágenes,
crea algunas raras y poco armónicas, la tendencia a innovar en la métrica, a
dar al verso más libertad de la que consienten las combinaciones clásicas, son
señales de una poesía vigorosa que tiene savia propia y no necesita vivir de la
imitación. Vendrá con el tiempo el período de perfeccionamiento y lima de la
forma.
Pero quien
termina por zanjar esta polémica es el propio Darío cuando, a requerimiento de
la dirección de El Imparcial que le solicita al poeta su reacción ante lo
acontecido, escribe un artículo que lleva por título “Dilucidaciones”, y que
publica el 18 de febrero de 1907. De este artículo, por su interés, se han extraído los siguientes párrafos:
…Nunca
he dicho: «lo que yo hago es lo que se debe hacer». Antes bien, y escribe Augusta Holmes «Sobre todo, no imitar a nadie,
y mucho menos, a mí». Tanto en Europa como en América se me ha atacado con
singular y hermoso encarnizamiento. Con el montón de piedras que me han
arrojado, pudiera bien construirme un rompeolas que retardase en lo posible la
inevitable creciente del olvido... Tan solamente he contestado a la crítica
tres veces, por la categoría de sus representantes, y porque mi natural orgullo
juvenil, ¡entonces! recibiera también flores de los sagitarios. Por lo demás,
ellos se llamaban Max Nordau, Paul
Groussac, Leopoldo Alas.
…No creo preciso poner
cátedra de teorías de aristos. Aristos*,
para mí, en este caso, significa, sobre todo, independientes. No hay mayor
excelencia. Por lo que a mí toca, si hay quien me dice, con aire alemán y con
lenguaje un poco bíblico: «Mi verdad es la verdad», le contesto: «Buen
provecho. Déjeme usted con la mía, que así me place, en una deliciosa
interinidad».
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*Sinsonte (es un pájaro americano que, además de ser famoso por la
armonía de su canto, es admirado por la capacidad de imitar el canto de otras
aves).
*Clorótico (persona que sufre o padece de clorosis, enfermedad que
se diagnostica por la deficiencia de hierro y se caracteriza por una apariencia de palidez verdosa y
de otros síntomas asociados a ella).
*Aristos (término que se utilizaba en la Antigua
Grecia para referirse a los mejores, a los más fuertes, a los que tenían más
coraje, más destreza, a los que se destacaban por su honestidad y por estar
mejor entrenados tanto física como intelectualmente).
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