lunes, 15 de julio de 2019

Epístola a la señora de Lugones


A pesar de no estar entre sus poemas más conocidos y recitados es, sin embargo, uno de los que más controversia suscitó al momento de su publicación y que más interrogantes ha mantenido a lo largo del tiempo. Además constituye, por su carácter autobiográfico, una fuente de datos esencial y privilegiada para los críticos literarios y para los admiradores de Darío.

Tres son los elementos que aún permanecen en discusión entre los analistas:

       1.   Aunque se trata de un poema itinerante, ¿realmente lo escribió a su paso por cuatro ciudades distintas?
  2. ¿Por qué dirige el poema–carta a la señora de Lugones, qué relación o interés común había entre ellos?
  3.  ¿Están la sintaxis y el desarrollo del asunto a la altura de otras obras mayores del poeta?

El poema, publicado por primera vez en el diario El Imparcial, de Madrid, el 7 de enero de 1907, y escrito a modo de epístola, comienza con los siguientes versos:

Madame Lugones, J'ai commencé ces vers 
en écoutant  la voix d'un carillon d'Anvers... 
¡Así empecé, en francés, pensando en Rodenbach 
cuando hice hacia el Brasil una fuga... de Bach! 

Y lo concluye con la siguiente data: Anvers, Buenos Aires, Paris, Palma de Mallorca. MCMVI.

1.    Por lo general se ha dado por cierto que fue en esas ciudades citadas por Darío, y en las que pasó algún tiempo durante la segunda mitad del año 1906, donde escribió de forma secuencial el poema. Algo a lo que él mismo contribuye al afirmar en uno de los versos: “Tal continué en París lo empezado en Anvers”.

A mi modo de ver, tanto esta afirmación del poeta como la cronología que establece al final del poema, son tan solo un recurso dramático para resaltar el carácter itinerante del poema, especialmente visible en los dos primeros pareados.Si además examinamos los versos teniendo en cuenta el tiempo verbal en que están redactados, observamos que en aquellos que dan cuenta de su paso por Brasil, Buenos Aires y Paris utiliza siempre los verbos en tiempo pasado, como algo que ocurrió hace tiempo, mientras que en los versos que se refieren a su estancia en Mallorca utiliza el tiempo presente junto a expresiones de tiempo y lugar como aquí, hoy, ahora…, transmitiendo así la idea de que todo el poema fue escrito en la isla, o bien que es aquí donde rehace algunos versos ya iniciados, los actualiza y ensambla el poema aportando sus impresiones sobre la vida en la isla; y le da la forma de una carta, dirigida a la señora de Lugones, cuando al  empezar la sección referida a la isla señala “y desde aquí señora mis versos a ti van”. 
Tal continué en París lo empezado en Anvers.
Hoy, heme aquí en Mallorca, «la terra dels foners».
Como dice mossen Cinto, el gran catalán.
Y desde aquí, señora, mis versos a ti van.
Olorosos a sal marina y a azahares,
Al suave aliento de las islas Baleares.

2.  En cuanto al por qué dirige la carta a la señora de Lugones, puede explicarse en el hecho de que entre agosto y octubre de 1906, periodo intermedio entre su paso por Brasil y Buenos Aires y su viaje a la isla de Mallorca, el matrimonio Lugones y Darío se frecuentan asiduamente en París, como demuestra el intercambio de cartas entre ellos que hoy se guardan en el archivo de la Universidad Complutense de Madrid; y tal vez es en la frecuencia y la intensidad de esta relación que puede hallarse la causa de que ya en Mallorca, decidiera darle al poema la forma de una carta y dirigirla a una persona, de la que se ha separado hace poco, a modo de una conversación que se reanuda en la distancia y en la que aprovecha para aclarar algunas actitudes que tal vez no quedaron bien explicadas en sus conversaciones parisinas. Esto podría aportar cierta luz a sus versos finales, aparentemente tan dislocados del resto del poema:

Es lo mejor. Y aquí mi epístola concluye.
Hay un ansia de tiempo que de mi pluma fluye
A veces, como hay veces de enorme economía.
Si hay, he dicho, alma clara, es la mía.
Mírame transparentemente, con tu marido,
Y guárdame lo que tú puedas del olvido

3.          En cuanto a la sintaxis y el contenido del poema  algunos, considerando su carácter autobiográfico, han querido ver la expresión de diferentes estados de ánimo en la composición de los versos. En las siete secciones que componen la Epístola, hay un recorrido vital en el que las tres primeras pueden representar simbólicamente su larga y dolorosa peregrinación por la vida, las tres siguientes nos hablan de Mallorca y de su encuentro con la calma en la isla paradisíaca, mientras que la sección final parece una reflexión sobre la sinceridad y el temor al olvido.

Podemos ver como en los versos referidos a Brasil o a París, si bien  el poeta se siente asombrado y aturdido por la grandiosa generosidad de Brasil ya se manifiesta en él una cierta fatiga anímica que va agigantándose en los versos referidos a su estancia en París; mientras que a su llegada a Mallorca parece resurgir con el nuevo vigor que le infunde el contacto con la naturaleza y la gente de la isla. Esto es algo que puede verse no solo en las expresiones que utiliza sino que se apoya en la propia sintaxis, ya que podemos ver como en las primeras estrofas abundan los rudos encabalgamientos, con finales de rima insólitos, y el uso de palabras átonas, algo anómalo en la métrica española; mientras que en la segunda mitad del poema, que corresponde a su estancia en Mallorca, la sintaxis es más calmada, gozosa, con oraciones  que abarcan con frecuencia casi regular dos versos, donde hay muy pocos encabalgamientos y apenas alguna terminación de rima aguda. 

Pero han sido dos los reproches más importantes que se le han hecho al poema, ya desde el momento de su publicación, y tal vez quien mejor los expresó fue el crítico literario Eduardo Gómez de Baquero, que firma con el seudónimo de (Andrenio) quien, en un artículo sobre la Epístola publicado en La España Moderna en febrero de 1907, se refiere a ella en los siguientes términos: La rapidez con que están contados tantos sucesos engendra cierto prosaísmo, y este es uno de los mayores defectos que pueden señalarse en la epístola. Y no digo el mayor, porque éste consiste, a mi ver, en que no da la epístola sensaciones hondas de los lugares y sucesos allí mentados. Todo pasa con la rapidez superficial de una causerie, en que las palabras no aspiran más que a vivir un momento. El que haya unos cuantos versos mal medidos carece de importancia. No hay poeta que no los tenga, a menos que haya hecho al pensamiento y a la imaginación esclavos de la rima, o que se pase el tiempo limando sus composiciones,…

Con el paso del tiempo la crítica literaria ha venido a coincidir en gran medida con aquellas afirmaciones, pero señalando como un logro del poeta la notable integración a la fluidez del habla conversacional, que consigue con el pareado de alejandrinos, admitiendo que aunque hay prosaísmo en esa manera de hablar en verso, lo es sin menoscabo de lo poético.

En mi opinión es uno de sus mejores poemas. A pesar de que expuso como nunca a Rubén Darío ante las críticas hay una sinceridad conmovedora que inspira a la identificación con el poeta y con lo que cuenta, consiguiendo una mayor comunicación con el lector; el lenguaje que utiliza es moderno, familiar, sin palabras áureas ni efectos barrocos; en muchos casos se puede seguir su lectura a través de las imágenes que inspira; aunque también es por todo ello, tal vez, el menos modernista de sus poemas.

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