lunes, 30 de noviembre de 2020

Biografía iconográfica de Rubén Darío


En enero de 2017 llegué una mañana al Palacio de la Cultura en Managua. Alguien me había hablado de que allí tenían una buena biblioteca con documentación sobre Rubén Darío.  Me impresionó el monumental edificio de tres plantas, de estilo neoclásico que se halla situado en el costado sur de la Plaza de la Revolución. Tanto su ubicación, ocupando una manzana  a un costado de la vieja catedral, como lo aparatoso de su fachada se explica porque hasta 1979 fue la sede del Congreso Nacional, aunque desde 1996 alberga una serie de instituciones culturales: Museo, Archivo, Hemeroteca y Biblioteca Nacionales. En el segundo piso, junto a la Biblioteca, se encuentra la Sala Rubén Darío. Es un espacio con dos salas, acondicionadas hace algunos años con ayuda de la Cooperación Española. La sala interior contiene los fondos bibliotecarios, con una variopinta muestra de ejemplares de libros y publicaciones relacionados con el poeta nicaragüense. También hay una sala de lectura, amueblada con un par de mesas y unos prismas triangulares de dos metros de altura decorados con fotografías alusivas a Rubén Darío junto con sus respectivas descripciones. Dada la escasa afluencia de lectores o de personas interesadas que acuden allí, la puerta se mantiene cerrada, y en mis visitas me he encontrado con que a menudo la sala está fuera de servicio por inventario (al menos esa era la excusa que daban en recepción). Desde hace ya dos años, al tiempo que se jubiló la persona que la atendía, se encuentra definitivamente cerrada, al igual que la propia Biblioteca Nacional, siendo muy complicadas las gestiones para realizar alguna consulta.

Cuando esa mañana llamé a la puerta, me abrió un señor de avanzada edad que atendió con amabilidad mi solicitud. Como no hay disponible un catálogo de los fondos del Archivo, que por otra parte tampoco son exhaustivos ni abundantes, se debe tener claro qué es lo que se busca y confiar en la memoria y el conocimiento del responsable para encontrarlo.

“Busco la biografía iconográfica de Rubén Darío. La que se ha publicado hace unos días”. Le dije.

“Todavía no la tenemos”. Respondió, mirándome con curiosidad. “De hecho es posible que el autor la traiga a lo largo de la mañana. Pero le puedo facilitar la prueba de imprenta que se ha utilizado para hacer la última revisión. Tiene muy pocas variaciones con respecto al libro definitivo”.

Don Guillermo Flores, que así se llamaba la persona que me atendía, es un estudioso de la vida y la obra de Darío y un gran conocedor de la historia de los libros en general, a quien es difícil sorprender con algún dato nuevo. Encontré en él a un buen conversador, alguien con ánimo de ayudar, que, al saber de mi interés, en esos días incipiente y algo atolondrado, por la obra del poeta nicaragüense, se avino a mostrarme el ejemplar de la primera edición de Azul que tenían en custodia en la biblioteca. Yo esperaba con ilusión aquel libro. Era la primera vez que iba a contemplar y tener en las manos esta obra icónica de la literatura española. Pero lo que trajo a la sala de lectura era un libro desencuadernado, sin cubiertas, al que le faltaban un buen número de hojas, que habían sido sustituidas por cuartillas de papel bond mecanografiadas con el texto faltante, donde muchas de las hojas presentaban manchas de humedad sobre una coloración tostada. También llamó mi atención el hecho de que la hoja, también suelta, donde el poeta advierte que “De este libro se han tirado veinte ejemplares en papel Holanda. Uno en papel Japón”, estaba mal situada, al final del libro. Superada la sorpresa, mi primer pensamiento fue que, si en ese estado se hallaba el ejemplar depositado en la Biblioteca Nacional de Nicaragua, cuna del poeta, sería debido a la escasez de ejemplares y a la dificultad de conseguirlo en mejor estado. Obviamente, como habrá podido leer en otros artículos de este blog, esa no era la razón.

Mientras conversábamos sobre el libro se presentó en la sala Edmundo Montenegro. Era el autor de la bibliografía iconográfica y llegaba cargado con una caja de libros. Según explicaba eran parte de su pago por el esfuerzo de cuatro años de investigación y uno más de actividad persuasiva, entre los responsables del Instituto de Cultura, para conseguir que lo editasen. Se habían imprimido mil ejemplares y él había recibido trescientos. Me pareció que era un buen pago. El Instituto regalaría los suyos entre los diversos organismos gubernamentales y en las conmemoraciones que estaban por venir sobre el sesquicentenario del nacimiento de Darío, mientras que Edmundo tenía ahora la tarea de vender sus libros a través de las dos grandes librerías que hay en Nicaragua y entre clientes ocasionales interesados en ese tema. Yo parecía uno de ellos y él no perdió la ocasión de ofrecerme algunos ejemplares a diez dólares cada uno.

Lo que me llamó la atención era que Edmundo no formaba parte del selecto mundillo cultural que en Nicaragua celebra todos los años las jornadas darianas, que tienen lugar entre las fechas calendario de su muerte y su nacimiento. No pertenecía a ese grupo de intelectuales, cuya colaboración es requerida con frecuencia en los actos de homenaje a Darío, que se realizan en colegios, alcaldías e instituciones públicas, y que han dedicado una parte de su vida a estudiar y divulgar la obra del poeta, héroe cultural de la nación. Por lo que pude conocer su mérito reside en que es una persona autodidacta, dotado para la actividad comercial, admirador de Darío como muchos nicaragüenses, voluntarioso y tenaz, con un despierto sentido de negocio, que cierto día observó que no existía una recopilación de fotografías del poeta y decidió realizarla por su cuenta. Hay que señalar que ya antes que él, Francisco Ernesto Martínez, oriundo de Masaya, también autodidacta, con vocación de cronista e historiador, había publicado con sus propios recursos, unos años antes, dos libros con recopilaciones de fotos, pero editados con escasos medios y que no habían tenido repercusión en los medios locales: (Fotos de Rubén Darío, 2007 / Así era Rubén Darío: Su completa iconografía y los retratos escritos de su personalidad, 2015).

“Ya estoy viendo la manera de publicar una segunda edición, con nuevas fotos, y que además abarque todo los testimonios gráficos que haya sobre Darío, ya sean monumentos, calles o colegios. Ahora estoy tratando de localizar las fotos y la película que se tomó cuando presentó en España sus cartas credenciales ante el Rey. Porque debe de haber una película de ese acto”. Me dijo Edmundo. Tal era el entusiasmo que entonces le embargaba.

Los libros se vendieron bien en las librerías; y Edmundo, acuciado por las necesidades del día a día, seguía ocho meses después ofreciendo los pocos ejemplares que le quedaban a precio rebajado. Luego la crisis socio-política que asoló el país, a la que se añadió posteriormente la pandemia del coronavirus, dejó en ilusiones el proyecto de editar un nuevo libro.

 

 

 

  

El monumento a Rubén Darío en Zaragoza


Se requiere de una explicación original y ciertamente audaz para ligar de manera relevante a Rubén Darío con Zaragoza, más allá de su paso ocasional en tren por la ciudad, en sus viajes entre Barcelona y Madrid. Sin embargo es en Zaragoza donde se encuentra uno de los monumentos a Darío más espectaculares de entre los que pueblan la geografía española. Tal vez la respuesta se ha de buscar en la biografía del impulsor de esta magnífica obra.

El día 9 de agosto de 1967, con motivo del centenario del nacimiento de Rubén Darío, el teniente alcalde de la ciudad proponía, a la comisión de Cultura, la construcción de un monumento en el Parque Primo de Rivera a la memoria de este insigne poeta, estableciendo la piedra y el bronce como los materiales adecuados para su realización y proponiendo a Ángel Orensanz como su artífice. Pocos días después la iniciativa fue aprobada por el pleno del Ayuntamiento.

El monumento se compone de una enorme roca, sobre la que se sitúa una estatua de bronce que muestra a un niño atrapando una estrella (símbolo alegórico de la poesía).  El autor, que renunció a esculpir un retrato del homenajeado, buscaba la conjunción de la escultura con la naturaleza, algo que logró con la vegetación que crece a los pies del monumento, y que hace que la obra cambie de aspecto según sea la estación del año. Debido a la gran altura a la que se sitúa la figura del niño, el espectador percibe únicamente su silueta y la del astro que atrapa entre sus manos.

Los materiales empleados fueron piedra de Ulldecona y bronce. La escultura en bronce tiene unas dimensiones de 2 m. de alto x 0,5 de diámetro. Se sitúa sobre un pedestal rocoso de 3 x 5 x 2 m. En él hay una lápida de piedra con inscripción en verso de 1,2 x 1,5 m. Son los versos de la poesía de Rubén Darío "Al Rey Oscar": "Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras la onda cordial aliente un sueño, mientras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible, una imposible hazaña, una América oculta que haya, vivirá España,".

Para su inauguración, el día 22 de octubre de 1967, se invitó a gran número de personalidades de Hispanoamérica, así como a los embajadores de Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Honduras, Panamá, entre otros. Hoy la escultura es conocida como “El niño de la estrella” y el lugar ha recuperado su antiguo nombre de Parque Grande.

Angel Orensanz es un escultor de amplia trayectoria. Nacido en Huesca (1940-2016) y establecido en Nueva York desde los años ochenta, conocido por esculturas que han dado la vuelta al mundo, era un hombre extravagante, incombustible y entusiasta, al que le encantaba contrastar su arte con la adversidad y braveza del entorno, situando algunas de sus esculturas en la nieve y en el agua, en lugares inhóspitos del Alto Ebro y el Pirineo aragonés.

En su biografía destaca que al poco de llegar a Nueva York comprase la sinagoga más antigua de la ciudad para transformarla en un centro cultural de fuste, hasta el punto de que hoy se la considera “la Notre Dame de Nueva York”. En reconocimiento a su labor el ayuntamiento de la ciudad creó en 2002 el Día Ángel Orensanz, convirtiéndose en el único español que ha conseguido un reconocimiento de esa magnitud. Desde entonces, todos los años se celebra el 10 de abril, el Orensanz Day .

  

domingo, 29 de noviembre de 2020

La ciudad de Cabra, Nicaragua y Rubén Darío


 Cabra, es un municipio de poco más de veinte mil habitantes ubicado al sur de la provincia de Córdoba, en las estribaciones de la sierra. La ciudad está rodeada de huertas y olivares que constituyen el sustento de su economía;  además de contar con un singular atractivo arquitectónico y una rica gastronomía. Su historia está doblemente vinculada con Nicaragua, a través de dos de sus hijos ilustres.

Aquí nació Francisco Hernández de Córdoba (1475-1526), quién sería el conquistador de Nicaragua y fundador de las ciudades de León y Granada.

También es la cuna del escritor Juan Valera, quien fuera mentor y descubridor de Rubén Darío allá por los años en que publicó su libro Azul.

Precisamente, en recuerdo de este hecho, en noviembre de 1972, se colocó una placa en el monumento a Don Juan Valera en el Paseo Alcántara Romero de la ciudad de Cabra. La inscripción dice: "El Ministro del Distrito Nacional de Managua, rinde homenaje al gran pensador español Don Juan Valera, quien adivinó la grandeza de Rubén Darío". La placa viene firmada por el embajador de Nicaragua en España, Justino Sansón Balladares, promotor de la idea, que como señala el cronista de la época, era visitante asiduo a la tierra natal de Valera, con estrechas amistades en ella. 

Posteriormente, en 1974 se produce oficialmente el hermanamiento entre Cabra y Ciudad Darío, antigua Metapa, lugar de nacimiento del poeta nicaragüense. Unos meses antes de este hermanamiento, el embajador de Nicaragua en España había donado un medallón con la efigie del poeta Rubén Darío, que se colocó en la plaza que lleva su nombre, y que aún se conserva. Un texto figura en dicho medallón: "Príncipe del verso castellano. Rubén Darío".

La actual Cabra está situada en el lugar que hace dos mil años ocupara la  antigua ciudad tarteso-romano de Egabro, de la que hoy sus habitantes toman el gentilicio que los designa, egabrenses.

 

sábado, 28 de noviembre de 2020

La huella de Rubén Darío en Santiago de Chile

Más allá de las controversias y dificultades que tuvo la estancia de Rubén Darío en Santiago, no hay duda de que dejó allí su huella, expresada en al menos dos céntricos lugares de la ciudad.

Uno es la placa conmemorativa que lo recuerda en la primera cuadra de la calle Nataniel Cox, en el número 51, donde tuvo su residencia Rubén Darío
en 1887, a escasos metros de la Alameda de las Delicias.

El otro es el monumento a su memoria que se encuentra en el Parque Forestal, ubicado casi al borde del empalme de Ismael Valdés Vergara con calles Monjitas y Merced.

La Municipalidad de Santiago realizó en 1943 un concurso para hacer un monumento al poeta. La obra ganadora del certamen fue la del escultor Raúl Vargas Madariaga (1908-1990), que también sería el autor del Monumento a José Victorino Lastarria en Cerro Santa Lucía.

La obra consiste en una fuente con monolito que reproduce parte de un poema y con una lira en relieve. Tiene en el centro una figura estilizada y desnuda que parece representar la imagen de Narciso, aludiendo al mito del hermoso mancebo que acaba enamorado de su propia imagen reflejada en el agua, por una maldición de Némesis.

Está hecha de concreto, hierro y un círculo de pastelones rodeando la fuente. La estatua del efebo de bronce mide 1,75 metros de altura, y originalmente el agua estaba apozada en la pila como espejo, aunque ahora ha sido reemplazada por chorros. Algunos lo consideran uno de los más hermosos monumentos de la ciudad. De hecho puede constatarse la asistencia continua de personas que se detienen a contemplarlo, o se sientan en alguna de las bancas dispuestas en semicírculo, para disfrutar de la vista que ofrece el monumento.

La obra terminó de  instalarse  el 15 de octubre de 1945, según Alfonso Calderón en "Memorial de viejo Santiago"; y fue oficialmente presentada el 14 de septiembre de 1946, apenas treinta años después de su fallecimiento.

En el monolito de granito con la lira puede leerse la siguiente inscripción:

"RUBÉN DARÍO

POR ESO SER SINCERO ES SER POTENTE
DE DESNUDA QUE ESTÁ BRILLA LA ESTRELLA
EL AGUA DICE EL ALMA DE LA FUENTE
EN LA VOZ DE CRISTAL QUE FLUYE D'ELLA

CANTOS DE VIDA Y DE ESPERANZA"

En 1967, en los preparativos del centenario del nacimiento del poeta, las autoridades chilenas quisieron homenajear al poeta y para ello se publicó la Ley N° 16660 del 2 de septiembre de ese año, por la que el parque pasó a denominarse Parque Forestal "Rubén Darío"

Pocos años después de publicada la ley, se colocaba allí la placa-monolito conmemorativa de este evento, que ya es parte del conjunto y que ofrece el siguiente mensaje:

"PARQUE FORESTAL 'RUBÉN DARÍO'

HOMENAJE DEL PUEBLO DE CHILE AL INMORTAL POETA NICARAGÜENSE CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO EL 18 DE ENERO DE 1967.

A pesar de este cambio de nombre, al parque se le sigue conociendo popularmente por su antigua denominación. 

Ruta Rubén Darío en Paris


 Desde finales de mayo de 2016, coincidiendo con el centenario de su muerte, Rubén Darío cuenta con una ruta en la capital de Francia, Paris; siendo el Instituto Cervantes el que se encarga de organizar el recorrido, de algo más de 5 kilómetros, en el que se visitan 19 lugares que tuvieron algún significado durante la estancia de Darío en esta ciudad.

El autor de la ruta es Jorge Harmodio, un joven escritor mexicano afincado en París, autor de la novela "Musofobia", y por esas fechas, animador del taller de jóvenes escritores del Instituto Cervantes de París.

Abierto para turistas, pero sobre todo para estudiantes de español en el Instituto Cervantes, el recorrido no tiene un orden cronológico, sino que se ha establecido buscando la proximidad entre los diferentes lugares, algunos descritos por el propio Darío en su Autobiografía, mientras otros fueron reseñados por amigos de la época que nos dejaron alguna referencia sobre ellos.

Entre los lugares que se visitan, destaca la tercera residencia que tuvo Darío en París, en la calle Herschel, número 4. Allí vivió de 1909 a 1912. Y en la fachada del edificio hay una placa conmemorativa que alude a este hecho.

Cuenta Augusto d'Halmar, en el artículo Rubén Darío y los americanos en París, lo siguiente:

"En efecto, como al subsiguiente día, domingo, yo pasara por la rue Herschel, vi salir de la casa a un inconfundible cochero, con su esclavina y su alto sombrero de forma de latón, llevando en brazos a Rubencito; Francisca seguía en pos, con un enorme cesto de merienda, y cerraba la marcha Rubén abrazado estrechamente a una botella de ajenjo. Era, pues la excursión dominical"

A continuación se visita la casa donde vivió algunos meses a mediados de 1907, desde donde partió en su viaje a Nicaragua, en la calle Corneille, número 3.

Cuenta Francisco Contreras en su libro, Rubén Darío. Su vida y su obra.

"En esos días Rubén Darío vino a habitar en el Barrio Latino, calle Corneille. Yo vivía a un paso, en la calle Casimir Delavigne. Casi todas las tardes iba a reunirme con él, en su salón decorado por una gran reproducción de Paul Verlaine del pintor apellidado Carrière y por un excelente retrato suyo de 1907 que acababa de hacer un pintor mexicano". (Se refiere al cuadro que le pintó Juan Tellez, con boina de estudiante del barrio latino, en una actitud que evoca el Erasmo de Holbein)

También se visitan varios cafés y restaurantes, como el antiguo café D’Harcourt donde ocurre el encuentro de Darío con su admirado Verlaine en su primera visita a París, en 1893, en compañía de Enrique Gómez Carrillo y Alejandro Sawa. Así como el bar Calisaya, que ahora es una pizzería,  donde conoció a Oscar Wilde.

El recorrido termina en la plaza de América Latina, una rotonda situada en 17ème arrondissement de Paris, donde se alistan nueve monolitos con esculturas de personalidades de América Latina, entre los que se encuentran, además de Darío, Francisco Miranda, o Andrés Bello.

Una manera de seguir este recorrido de forma virtual es a través de la página en Internet del Instituto Cervantes (paris.rutascervantes.es) que, con un concepto novedoso y un diseño original, recorre y guía por los lugares donde artistas, escritores, músicos, cineastas y creadores… españoles y latinoamericanos, vivieron, trabajaron e incluyeron en sus obras.

A las estancias de cada uno de ellos se les dedica una ruta diseñada por expertos con datos, anécdotas y relatos, e ilustrada con fotografías, documentos y vídeos. El sitio ofrece además mapas, indicaciones y archivos GPS para dispositivos móviles que permiten localizar los lugares en los que vivieron o que frecuentaron los protagonistas y temas de cada ruta.

Más de veinte personajes son protagonistas de estas rutas, entre los que se encuentran autores como Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Luis Buñuel, César Vallejo, Carlos Fuentes, Balenciaga, Picasso.