martes, 5 de septiembre de 2017

El editor que amaba la obra mas personal de Rubén Darío

Una de las visitas más esperadas que tenía que hacer durante mi estancia en Madrid era a la librería editorial Centro de Arte Moderno, situada en pleno barrio de Chamberí.

Una mañana de junio me dirigí hacia allí. Aún a pesar del intenso tráfico de la ciudad el paseo resulta agradable. Bajé del autobús a la altura del Corte Inglés de Arguelles, en  la intersección de la calle de la Princesa, y caminé por los antiguos bulevares, como todavía conocen a esa arteria ciudadana los más viejos del lugar, hasta llegar a la confluencia con la calle Galileo. Luego subí por esta calle de bellas tradiciones y agradables recuerdos de juventud, hasta encontrar la librería a mi derecha. Si no te fijas bien puede pasar desapercibida, ya que no tiene grandes letreros anunciadores y apenas ocupa tres metros de fachada exterior, que apenas dejan espacio para la puerta y un pequeño escaparate.

Llegué temprano y me atendió Raúl, quien a mi requerimiento desplegó sobre la mesa una docena de publicaciones sobre Rubén Darío y se dispuso a darme los precios de cada uno que previamente consultaba en el ordenador.

Estábamos en esa tarea cuando llegó Claudio, sonriente, compartiendo energía y vitalidad, vistiendo una ropa casual, una playera y un short rayado, propia del calor veraniego que asolaba Madrid.

Nos reconocimos en el primer vistazo. Hacía un año le había comprado el facsímil del cuaderno de hule negro, que ellos habían editado, y estuvimos hablando largo rato sobre libros en general y más específicamente sobre los motivos que le habían llevado a elegir esa obra tan personal de Rubén Darío y como había sido el proceso de edición hasta confeccionar el facsímil.

--Me enamoré del cuaderno en cuanto supe de su existencia. —me había dicho entonces— Nosotros tenemos experiencia en realizar facsímiles de obras de autores latinoamericanos, y el cuaderno donde Darío había escrito de su puño y letra me pareció fascinante. Ya llevábamos varios años hablando con la Universidad Complutense, que es quien custodia el cuaderno, para hacer el facsímil, pero hasta ahora que se conmemora el centenario de su muerte que nos dieron la autorización.

-¿Y tuviste el original en tu poder mientras lo reproducías?—le pregunté

--Nunca. La propia Universidad se encargó de tomar las fotos de cada página, con equipos especiales, y nos pasó toda la información pertinente: medidas, calidad y tipo de papel, composición del hule de las cubiertas y características de la filigrana del hule. El cuaderno lo tienen muy bien protegido en una vitrina con condiciones ambientales controladas. Ten en cuenta que se le considera la joya de los documentos darianos.—me explicó.

Claudio Pérez Míguez entró con paso firme y decidido en el mundo literario cuando en 1982, allá en el Buenos Aires donde vivía, a los quince años, mientras estaba estudiando secundaria y como parte de un trabajo escolar telefoneó a Borges para hacerle una entrevista. Y Borges, que entonces tenía 83 años, accedió y le citó en su casa de la calle Maipú.

--Y le preguntaste que cómo se definiría a sí mismo—le recordé.

--Si, entonces era más atrevido. Y recuerdo perfectamente su respuesta: “Si yo tuviera que definirme diría que soy un escritor, aunque tal vez sería mejor decir un lector, ya que creo ser mejor lector que escritor”.

--Y ahora tienes aquí mismo un pequeño museo del escritor.—le dije animándole con el gesto a que me hablase de ello.

--Esto es más que una librería. Es también un centro de arte donde realizamos actividades culturales, presentaciones de libros, exposiciones temporales de pintura y fotografía, y efectivamente tenemos un Museo dedicado a los escritores latinoamericanos donde exponemos una pequeña muestra de los objetos que guardamos y que en su mayoría son donados por los propios autores. Recientemente Sergio Ramírez, que es gran amigo de esta casa, nos hizo llegar los cuatro disquetes en los que escribió el original de su novela Castigo Divino—me explicó.

--¿Y que más tenéis?.

--Pues mira, de Onetti tenemos toda su biblioteca, cartas y objetos personales. Y como curiosidad, aparte de muchas primeras ediciones, también tenemos la pipa de Julio Cortázar, o el sombrero de Bioy Casares, la corbata con la que se casó Max Aub y las gafas que usaba Mario Benedetti. Así hasta casi cinco mil objetos. Y siempre buscamos que sean elementos icónicos que acompañaron la imagen del personaje.

--¿Y de Rubén Darío?.

--Tenemos primeras ediciones, muchos de los libros editados por Mundo Latino en la década de 1920, documentos autógrafos y algunas cartas. Precisamente en octubre de 2016 montamos en Cáceres, en el recinto de la Universidad de Extremadura, una exposición dedicada exclusivamente a Rubén Darío y su entorno literario. Llevamos la mayoría de las piezas que guardamos de él y cuidamos mucho la presentación. Al mismo tiempo se desarrollaba un simposio sobre Rubén Darío y el modernismo. Tuvo bastante repercusión en los medios y la verdad es que gustó mucho.

--¡Qué bien!. Me hubiera gustado poder asistir. —le dije, contagiado del mismo entusiasmo que el transmitía en sus explicaciones-- ¿Y, podrías enseñarme el museo?.—le pedí.

--Claro. Sígueme.

Bajamos por una estrecha escalera hasta el semisótano de la librería.

--Disculpa el desorden pero hace dos días tuvimos la presentación de un libro de poesías y aún no hemos recogido las sillas.

Atravesamos el pequeño salón de actos lleno de sillas, algunas de ellas todavía con el programa del evento sobre el asiento, y pasamos a otra sala donde las paredes estaban cubiertas de vitrinas en las que se escalonaban libros y objetos personales bien documentados. En una de ellas podía verse una carta manuscrita de Amado Nervo.

--¿Y tenéis algo en mente, alguna cosa en relación a Darío?. Le pregunté.

--Pues sí. Ya sabes que nuestra especialidad son los facsímiles. Precisamente en este mes queremos sacar el facsímil de “El canto a la Argentina”, con nuestro sello editorial "Del Centro Editores", van a ser cien ejemplares, numerados y firmados. El original está en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile. Cuando lo vi me llevé una agradable sorpresa. Darío lo escribió en un cuaderno idéntico al de hule negro. Son las mismas hojas, parece que le gustaba ese tipo de cuaderno. Pero en este caso el original está bastante deteriorado.

--¡Vaya, qué curioso!. –exclamé.

--Lo vamos a ofrecer en una caja similar a la que contenía el cuaderno. Y va a ir acompañado del facsímil de "La Marcha Triunfal" y el del poema "A Mitre".
  
Antes de irte déjame tu dirección de correo. En cuanto salga a la venta te lo comunico, y te reservo uno. Pienso que el precio va a ser muy similar al otro. Pero te haremos un buen descuento. Y lo haré porque sé que te lo llevarás a Nicaragua y que allí tratarás de divulgarlo y darlo a conocer.

Le pedí permiso para sacar unas fotografías y luego insistí en que posara él junto a las vitrinas.  De esta manera inmortalicé mi paso por este lugar emblemático. Solo quedaba esperar a que me comunicase que ya tenía el cuaderno disponible con el facsimil de “El canto a la Argentina”.

Y tuve que esperar hasta que pasó el verano. Con el mes de agosto a la puerta, en que media España está de vacaciones y las librerías cerradas, la prudencia comercial aconsejaba dejar cualquier lanzamiento editorial hasta septiembre.



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