domingo, 16 de julio de 2017

Azul. El libro de Rubén Darío que inició una época

(Santiago, 8 de febrero de 2017)

Me hallaba en Santiago de Chile, y decidí dedicar las primeras horas de la tarde a buscar en las filatelias de la ciudad un bloque de cuatro estampillas de la célebre emisión con la que, al celebrarse en 1967 el primer centenario de su nacimiento, el Gobierno de Chile homenajeó al ilustre poeta nica­ragüense. De pronto, una informa­ción afortunada guió mis pasos hasta la tienda de un anticuario en el barrio de Providencia.  Nada hacía presagiar entonces que allí, entre vajillas de fina porcelana inglesa del siglo XVIII, monedas españolas de plata del tiempo de la Colonia y algunas fotografías y pinturas del Santiago de 1900, podía encontrarse el tesoro que muchos seguidores de Rubén Darío quisieran tener.

El Sr. Salinas, propietario de la tienda, es también un afamado filatelista y bibliófilo. Al conocer mi propósito y mientras buscaba los sellos en una de las carpetas, conversamos en forma distendida sobre el poeta y las circunstancias que acompañaron su estancia en Chile. Parecía bien documentado y yo me mostraba encantando escuchando sus anécdotas. ¿Quiere ver algo interesante?, me dijo de pronto.  Respondí afir­mativamente y de un gabinete situado a su espalda sacó y puso sobre el mostrador que nos separaba, un bonito estuche de cuero, que al abrirlo dejaba ver un interior forrado en tela damasco y un libro que parecía antiguo pero muy bien cuidado.

Es la primera edición de Azul, publicado en Valparaíso en 1888 —me explicó.

Nunca había tenido en las manos un ejemplar de la primera edición, así que, con evidente cautela, lo saqué del estuche y comencé a  hojear las primeras páginas. Me llamó la atención lo bien cuidado que parecía encontrarse.

Las hojas se ven muy blancas, limpias, sin las típicas manchas que deja el paso del tiempo —comenté, mientras en un gesto espontáneo acariciaba entre el índice y el pulgar una de las hojas, comprobando la textura y el grosor.

Eso es porque la impresión se hizo en papel Holanda   me explicó.

—¿Y eso le da más valor? —pregunté delatando mi ignorancia sobre el asunto.

Me enseñó una inscripción impresa en la tercera página del libro en la que podía leerse “De este libro se han tirado veinte ejemplares en papel Holanda, numerados del 1 al 20. Un ejemplar en papel Japón.”

  Aquí en Chile la opinión más extendida entre los bibliófilos era la de que Darío nunca había imprimido en papel Holanda y mucho menos en papel Japón, debido al precio tan elevado que tenían esas impresiones.

—Pero este ejemplar es uno de los veinte que estarían hechos con ese tipo de papel  busqué su confirmación.

—Así es. Corría el rumor de que, si no los veinte, sí que hizo algunos en este tipo de papel, pero nunca se había encontrado uno de ellos. Hasta la década de 1950, casi setenta años después, en que apareció este ejemplar en una colección privada. —hizo una pausa, como para dar más énfasis a sus siguientes palabras, y luego prosiguió con sus explicaciones—Este ejemplar nunca salió a la venta en una subasta. Lo han tocado muy pocas manos, por eso está en tan excelente estado de conservación.

Posiblemente fuera un regalo que he hizo Darío a alguno de sus mecenas. Él mismo cuenta en su autobiografía que Federico Varela, a quien dedica el libro,  pagó los costos de la edición de Azul —comenté, buscando una explicación.

Esa es la versión más extendida, pero no quiere decir que sea cierta. Al menos no completamente cierta. Parece que entre varios de sus amigos consiguieron recaudar una cierta cantidad de dinero, pero que no llegaba a cubrir todos los gastos de la edición.

La única pega que se le puede encontrar al libro es que éstas no son las cubiertas originales —le dije, señalando las cubiertas de tapa dura enteladas con las que habían vuelto a encuadernar el libro.

En la década de 1930 era costumbre reencuadernar los libros para protegerlos o buscando una cierta uniformidad al consolidar una biblioteca Pero en este caso ese detalle apenas importa, teniendo en cuenta que es el único libro de estas características que existe —me explicó.

En mi mente rondaban algunas dudas. Resultaba raro que, tratándose de un obsequio hecho a una persona especial no estuviera dedicado y firmado por el poeta. La única dedicatoria que había en la página de cortesía era la del poseedor del libro en los años 50, dirigida a la persona a quién era ofrecido. Tampoco pude identificar la esperada numeración del ejemplar, anunciada en la apostilla impresa. Por respeto no le comenté mis dudas. Era el primer ejemplar príncipe de Azul que veía y mi interlocutor era un especialista en la materia al que había que dar credibilidad, considerando que era un reconocido miembro honorario de la Sociedad Bibliográfica de Chile.

 Lo cierto es que solo colecciono autores chilenos  —continuó explicándome . Mistral, Neruda, Edwards, pero en algún momento decidí incluir también a los escritores que publicaron en Chile. Por eso tengo a Rubén Darío y a Alonso de Ercilla.

Para dar fuerza a sus palabras fue sacando uno a uno, del gabinete situado a su espalda, todos los ejemplares primeras ediciones que tenía de Darío: Emelina, Rimas y contra rimas.

—Y Gotas de absintio, porque el prólogo es de Darío -añadió mientras abría el libro para mostrarme ese detalle.

Observé que todos estos ejemplares tenían las hojas tostadas por el paso del tiempo, presentando manchas irregulares, algo natural en el papel fabricado con pasta de madera, que ya era de uso corriente en esos años debido a su bajo costo. 

Naturalmente asistía a aquel vistoso despliegue con cierto asombro, pero también disfrutando de un momento que sabía irrepetible. Mis ojos no se apartaban del ejemplar de Azul y al fin le pedí permiso para fotografiar algunas páginas del libro.

Bueno —me dijo, tras dudar un instante, será la primera vez que se le hacen fotos. Y él mismo me ayudó a sujetar con unas pinzas las páginas abiertas mientras que yo le hacía unas fotos un tanto apresuradas con el celular.

¿Se pueden conseguir todavía en Chile ejemplares príncipe de Azul?le pregunté.

Claro. Si está interesado puede conseguir uno en torno a los dos mil dólares —me dijo.

No me parece tan caro exclamé.

Pero hay que tener paciencia. Esperar el remate de una biblioteca. En una subasta ese es el precio que se está pagando —me explicó.

Al fin pudo más en mí la curiosidad que la discreción y le pregunté.

 Dígame, entonces … ¿cuánto vale este libro?.

Pareció pensarlo unos segundos, como si estuviera haciendo una valoración mental y al cabo de unos instantes me dijo “No lo sé. Es un libro único. Nunca se ha puesto a la venta. Habría que tasarlo y luego sacarlo a subasta. Solo entonces sabríamos su precio real. Lo que un coleccionista estuviera dispuesto a pagar”.

 

Epílogo
Dos días después me hallaba en el interior de la librería El Cid Campeador, especializada en libros antiguos y primeras ediciones, situada en la calle Merced 345 y me ofrecieron un ejemplar de Azul por ocho mil dólares. Según el librero era un buen precio para un libro que estaba disponible en el momento.

Apenas cuatro meses después se subastó en la Casa de remates Eyzaguirre, en Santiago, la biblioteca del doctor Jacobo Numhaser, en  la que habíaun ejemplar de Azul de 1888 autografiado. Se adjudicó el libro por dos mil dólares y lo adquirió el bibliófilo Nurieldin Hermosilla con el propósito de regalarlo al Liceo Eduardo de la Barra en Valparaiso.

Respecto a mis dudas sobre el papel Holanda, que presuntamente era el material del libro, no he encontrado ningún especialista en papel que conozca ese tipo de material, ni algún vendedor de libros antiguos me ha podido enseñar un ejemplar de esa época que estuviera encuadernado en ese papel. Y lo he intentado en numerosas ocasiones.

Hasta la fecha he tenido en las manos ocho ejemplares distintos del Azul de 1888. Seis de ellos estaban dedicados y firmados por Darío. Siete estaban en buenas condiciones, sus hojas blancas y sin manchas. Siete habían sido reencuadernados en tapa dura y habían perdido la portada original. Uno de ellos estaba como salió de imprenta en 1888, con su portada original.


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