Buscaba primeras ediciones de Rubén Darío en las librerías de viejo en Buenos Aires.
Ya llevaba allí cinco días y había visitado varias tiendas de libros antiguos, situadas en el barrio de San Telmo. Mi objetivo era encontrar primeras ediciones de Rubén Darío, especialmente las publicadas en Argentina, como "Prosas Profanas o Los Raros". Tenía curiosidad por verlas, saber su precio y conocer por los libreros como habían llegado a sus manos.
No encontré ni esas obras ni cualquiera otra de Darío en primera edición. Y ya empezaba a desesperar cuando en una página de Internet dedicada a la venta de libros usados encontré ofertado el libro “Y muy antiguo y muy moderno”, el segundo libro de la célebre trilogía, publicado en 1915 por la editorial Corona.
Ya llevaba allí cinco días y había visitado varias tiendas de libros antiguos, situadas en el barrio de San Telmo. Mi objetivo era encontrar primeras ediciones de Rubén Darío, especialmente las publicadas en Argentina, como "Prosas Profanas o Los Raros". Tenía curiosidad por verlas, saber su precio y conocer por los libreros como habían llegado a sus manos.
No encontré ni esas obras ni cualquiera otra de Darío en primera edición. Y ya empezaba a desesperar cuando en una página de Internet dedicada a la venta de libros usados encontré ofertado el libro “Y muy antiguo y muy moderno”, el segundo libro de la célebre trilogía, publicado en 1915 por la editorial Corona.
Tenía un precio que podía
permitirme así que realicé la compra y cuando me facilitaron la dirección y el
teléfono del vendedor me apresuré a llamarle. Eran las cinco de la tarde de un
viernes en que toda Argentina se preparaba para celebrar el carnaval, dos días
de fiesta que unidos al fin de semana se prolongaban hasta el miércoles 1 de
marzo. Demasiado tiempo para quien espera en país extranjero.
Afortunadamente logré
contactar con el vendedor, don Valentín Peremiansky, uno de los más afamados
libreros bonaerenses, y acordamos que esa misma tarde iría a recoger el libro a
su casa situada en el barrio de Balvanera. Por suerte tanto el hotel donde me
alojaba como su casa estaban en el centro de Buenos Aires, pero aún así me
llevó casi media hora el llegar en taxi hasta su residencia.
Cuando llegué, al entrar en
la vivienda, quedé impresionado por la cantidad de libros que llenaban largas
estanterías situadas en las paredes de la casa, incluyendo pasillos y
habitaciones. Me sentí como en un santuario donde el conocimiento, la historia y
la cultura solo estaban esperando por un lector entusiasta.
Don Valentín ya tenía
preparado el libro y me lo entregó para que lo examinara. Parecía hallarse en
un estado aceptable pero apenas le dediqué un examen superficial.
-Tiene más libros de Rubén
Darío? –le pregunté, mientras mis ojos recorrían las estanterías buscando
alguna joya de anticuario.
-Tengo algunos, pero esta es
la única edición príncipe que me queda, y parece que eso es lo que a usted le
interesa. En estos últimos doce meses se ha vendido todo lo mejor que tenía de
Darío. Aún estamos conmemorando el centenario de su muerte –me dijo a modo de
explicación.
Era ya la cuarta vez que escuchaba
las mismas palabras. Las anteriores me las habían repetido en otras librerías
en donde había indagado. Debió notar mi gesto de contrariedad porque enseguida
añadió:
--Pero si está interesado,
en un par de días puedo conseguirle a través de otro librero, un ejemplar de
Azul de 1888, primera edición, en buenas
condiciones, aunque le advierto que es un libro caro.
--Cuánto? —Le pregunté
--Ocho mil dólares.
Debió de notar mi gesto de contrariedad.
--En Argentina se aprecia
mucho la obra de Darío. Aquí vivió muchos años y le consideramos uno de
nosotros. Además hay algunos coleccionistas interesados en sus obras y eso
incrementa los precios —me explicó— En los últimos dos o tres años hay algunos
descendientes de Darío que están buscando sus libros para hacer su propia
colección. Yo les he vendido algunos.
--¡Vaya, qué interesante! Lo
que no tengo claro es por qué la mayor parte de los libros de Darío, en
primeras ediciones, se pueden comprar por menos de 300 dólares y Azul se cotiza
tan caro.- Comenté.
-Fue su primer libro. Eso ya
aumenta el precio. Además se le considera el libro que inicia el Modernismo. Y
únicamente se imprimieron 500 ejemplares. Pero tiene razón, en ocasiones se
puede adquirir una primera edición de comienzos de siglo, en buen estado, casi
por el mismo precio que tiene cualquier libro nuevo en una librería.
-Si.- corroboré- A mí me ha
ocurrido. Y me sorprendió, porque en los programas de televisión que hay sobre
subastas los libros se cotizan mucho más caros.
-Eso solo sucede en Estados
Unidos. Allí hay mucho mercado para los coleccionistas y un poder adquisitivo
elevado. Si Rubén Darío hubiese escrito sus poesías en inglés o hubiera
publicado sus libros allí probablemente valdrían hoy diez veces más.
-Bueno, la parte positiva es
que así están más accesibles para nosotros.
--Lo que si tengo son
revistas de Mundial Magazine.—me dijo.
Le pedí que me enseñara alguna
y pocos segundos después regresó a la sala con seis revistas en excelente
estado de conservación.
–Tengo más – me dijo
–Solamente dígame que número le interesa.
Estuve hojeándolas con
detenimiento. El tiempo corría mientras leía aquellas páginas firmadas por los
mejores literatos de la época: los españoles Valle Inclán, Unamuno, Juan Ramón
Jimenez, Antonio Machado; el colombiano Eduardo Carrasquilla; el guatemalteco
Gómez Carrillo; los argentinos Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas; el dominicano
Osvaldo Bazil. Todos ellos amigos de vida de Darío que venían a dar fe de la influencia que el poeta tuvo también
como descubridor, promotor y divulgador de los mejores escritores de la época
en lengua española.
--Me las llevaría todas.—le
dije.
Se echó a reir.
- Y yo encantado. Pero
bueno, si no se las lleva ahora no hay
problema, puedo enviárselas por correo a donde usted me diga—me aseguró.
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