sábado, 26 de marzo de 2022

Rubén Darío y el intervencionismo de los EE.UU.

 

Estábamos sentados a una mesa en la que acababan de poner ante nosotros dos servicios del desayuno típico nicaragüense, gallopinto con queso, leche agria y tortilla. Las tazas de café humeaban a un lado y el vapor se dispersaba rápidamente, agitado por el movimiento perezoso de las aspas del ventilador que colgaba del techo. Esa mañana me había citado en la Casa del Café con el responsable de Vida Estudiantil de una prestigiosa Universidad privada de Managua. Necesitaba acordar con él los detalles de logística para la exposición titulada “Rubén Darío en los sellos del mundo”, que iba a realizar dos días después en el recinto universitario. En la pantalla del televisor, que se mantenía con el volumen apagado, estaban emitiendo el noticiero matinal. Me sorprendió el interés repentino con el que Jonathan parecía seguir las imágenes y sentí a mi vez curiosidad por la noticia que transmitían. No aprecié nada destacable en el video, un desfile de personas, mayoritariamente varones vestidos con camisa blanca de manga larga, encabezado por estudiantes de secundaria portando una corona floral sobre un soporte de madera y unas banderas de Nicaragua. Luego enfocaron a unos oradores en el patio de la casa-museo Rubén Darío y concluían en el interior de la catedral junto a la tumba del poeta. Lo realmente llamativo eran los subtítulos que acompañaban las imágenes: “Destacan legado y visión nacionalista del poeta Rubén Darío. Bajo el lema “Con Darío y Sandino, un pueblo que vence”, se realizó un desfile donde académicos de la lengua, docentes y estudiantes de los diferentes subsistemas educativos y autoridades recorrieron las calles de León”.

Me llamó la atención la sonrisa displicente, tal vez desconsolada que se iba dibujando en los labios de Jonathan mientras transcurría la noticia. Debió de notar mi interés y eso le impulsó a querer explicarse.

No son solo los que ahora gobiernan, los que había antes también lo hicieron, aunque tal vez no con el mismo descaro. Pero todos han tratado siempre de apropiarse de la figura y del pensamiento de Rubén Darío para justificar o publicitar sus ideas políticas me dijo.

—Tiene sentido. Darío es una figura universal. Y ya lo dice el refrán: quien a buen árbol se arrima … Lo que he observado, desde que vivo en Nicaragua, es que en los discursos de las autoridades públicas, ya sean alcaldes, secretarios políticos o funcionarios se suele destacar el lado nacionalista de Rubén Darío, sin más soporte para su convicción que la “Oda a Roosevelt” —corroboré en cierta manera sus palabras.

Sí, a fuerza de repetirlo como un mantra vamos a terminar todos por creérnoslo.

Entonces no fue como lo cuentan

Hizo un gesto con la mano en el aire, como quien quiere espantar un insecto molesto y además peligroso.

—Darío siempre se proclamó liberal. Creció y se formó, ideológicamente, en una atmósfera dominada por el pensamiento liberal centroamericano, que tenía vocación unionista, y se afanaba por consolidar una patria común centroamericana. Aun así, pocas veces, en su vasta producción literaria entre artículos y poemas, abordó Darío cuestiones políticas, y cuando lo hizo fue en respuesta a un acontecimiento puntual, en la mayoría de las ocasiones en defensa de la latinidad frente al peligro hegemónico de lo anglosajón, representado por la creciente influencia de los Estados Unidos de América en los asuntos del Continente. Quienes quieren arrinconar a Darío en sus propias convicciones ideológicas proclaman como ejemplo que a los 25 años, publicó en el Heraldo de Costa Rica un texto titulado “Por el lado del Norte”, que en su primer párrafo decía: “Por el lado del Norte está el peligro. Por el lado del Norte es por donde anida el águila hostil. Desconfiemos, hermanos de América, desconfiemos de esos hombres de ojos azules que no nos hablan sino cuando tienen la trampa puesta”. Pero esa no era una preocupación nueva, ni tampoco exclusiva de Darío. Era algo que estaba en el imaginario colectivo de los intelectuales latinoamericanos desde el momento en que se produjo la independencia de las repúblicas americanas. Ya Bolívar había advertido del peligro y José Martí había incidido en ello medio siglo después.

—Y parece que su “Oda a Roosevelt”, que está motivada por la intervención de los EE.UU. en la independencia de Panamá y la construcción del canal interoceánico, incide en esa idea. Fue un poema, muy aplaudido por los intelectuales latinoamericanos, en el que hace una defensa de lo hispano frente al que califica como futuro invasor de la América ingenua. Se opone al intervencionismo de los Estados Unidos, llama a Roosevelt “Cazador”, por su tendencia a la ocupación de pueblos que poco pueden hacer para defenderse y lo ve como alguien primitivo en lo sustancial— le dije.

—Ciertamente, pero él quería ser poeta, no un abanderado de alguna causa política, por eso cuando la publica en 1905 dentro del libro Cantos de vida y esperanza, deja muy claro en el Prefacio su postura cuando reconoce que abordará aspectos políticos –siempre desde el ámbito literario– cuando éstos sean de relevancia: “Si en estos cantos hay política, es porque aparece universal. Y si encontráis versos a un presidente, es porque son un clamor continental. Mañana podremos ser yanquis (y es lo más probable); de todas maneras mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes, tan ilustres como Júpiter”. Es la reacción de un intelectual ante un hecho puntual. Pero no hay en sus escritos la radicalidad ciega que suele acompañar a una actitud ideológica concreta. Él puede admirar los logros del mundo anglosajón, reconocer su modernidad y al mismo tiempo denunciar el peligro que supone para los desunidos países de la América latina. Lo vemos en 1900, cuando después de visitar el pabellón norteamericano en la exposición universal de París, escribe: “No son simpáticos como nación; sus enormes ciudades de cíclopes abruman, no es fácil amarles, pero es imposible no admirarles (…) Ese pueblo adolescente y colosal ha demostrado una vez más su plétora de vitalidad”.

No era la primera vez que conversaba con un nicaragüense sobre la aparente contradicción que había en los escritos políticos de Darío, pero me interesaba escuchar la opinión de Jonathan, por eso saqué el tema a colación.

Y en 1906 escribe “Salutación al águila”, poema que comienza con estos versos: “Bien vengas, mágica Águila de alas enormes y fuertes, a extender sobre el Sur tu gran sombra continental, a traer en tus garras, anilladas de rojos brillantes, una palma de gloria, de color de la inmensa esperanza, y en tu pico la oliva de una vasta y fecunda paz”. Parece algo contradictorio— argumenté, pero mi interlocutor no pareció impresionado, incluso refrendó mi argumento.

Y termina el poema con estos versos: ¡Que la Latina América reciba tu mágica influencia y que renazca nuevo Olimpo, lleno de dioses y de héroes! ¡Adelante, siempre adelante! ¡Excélsior! ¡Vida! ¡Lumbre! ¡Que se cumpla lo prometido en los destinos terrenos, y que vuestra obra inmensa las aprobaciones recoja del mirar de los astros, y de lo que Hay más Allá! —Hizo una breve pausa antes de continuar— Algunos quisieron ver en estos versos una invitación a la invasión.

—Es difícil justificar un cambio tan radical. He leído que el poema fue muy criticado por los intelectuales de su tiempo, incluso algunos como Rufino Blanco Fombona lo vieron como una traición a los ideales latinoamericanos.

Acompañé mis palabras con un gesto que parecía insinuar tanto mis dudas como mi asombro. Entonces tuve la impresión de que también él necesitaba justificarse, que aquella era una cuestión nacional al margen del pensamiento político de cada uno. Especialmente cuando ambos sabíamos que apenas habían transcurrido cinco años desde la publicación del poema cuando EE.UU., el mismo Roosevelt, intervino en Nicaragua enviando sus marines y ocupándola militarmente durante veintiún años hasta 1933.

—En “Salutación al águila” Darío describió una condición ideal de panamericanismo. Cuando escribe el poema acaba de asistir a la conferencia panamericana en Brasil y ha escuchado el discurso pronunciado por el secretario de estado Elihu Root, que venía a afirmar que "No deseamos más victoria que las de la paz; ni territorio alguno fuera del nuestro... Estimamos que la independencia y los derechos iguales del miembro más pequeño y débil de la familia de las naciones, son acreedores a tanto respeto como los del más grande imperio" —hizo una pausa, como dando tiempo a que las palabras hicieran su efecto—. Quizás Darío nunca experimentó un cambio profundo de sus ideales, no varió su actitud frente a los EE.UU., sino que más bien cambiaron sus prioridades. Si al principio prefirió la independencia total de Hispanoamérica, basada en un rechazo total a los EE.UU., ahora se decantaba por la paz y la unidad, y comprendió que ello sólo era posible mediante la colaboración con el coloso del norte. El poeta mismo aclaró más tarde que había escrito el poema en un ámbito de cortesía para la Conferencia Panamericana que se celebró en Río de Janeiro, y en contestación a la agria crítica que le hacía Blanco Fombona respondía en agosto de 1907 que su salutación no era sino una pieza ocasional, surgida dentro del clima armónico del evento al que asistía: “Saludar nosotros al Águila, ¡sobre todo cuando hacemos cosas diplomáticas! No tiene nada de particular …  Lo cortés no quita lo Condor”.

Parece una explicación coherente y así se lo hice saber.

 —Es cierto que cuando estalla la Primera Guerra Mundial el ideal del pacifismo se impone por encima de sus simpatías o de las situaciones circunstanciales y Darío no duda en comprometerse en una dudosa campaña en favor de la paz que le lleva a los Estados Unidos.

—Pero lo Condor no quita lo cortés y siempre habrá en Nicaragua quien se empeñe en que Rubén Darío lleve la bandera de su partido político— sentenció Jonathan, dando por zanjado el asunto mientras ambos nos disponíamos a dar cuenta del desayuno.

  

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