Me llamó la atención
la sonrisa displicente, tal vez desconsolada que se iba dibujando en los labios
de Jonathan mientras transcurría la noticia. Debió de notar mi interés y eso le
impulsó a querer explicarse.
—No son solo los que
ahora gobiernan, los que había antes también lo hicieron, aunque tal vez no con
el mismo descaro. Pero todos han tratado siempre de apropiarse de la figura y
del pensamiento de Rubén Darío para justificar o publicitar sus ideas políticas— me dijo.
—Tiene sentido. Darío
es una figura universal. Y ya lo dice el refrán: quien a buen árbol se arrima …
Lo que he observado, desde que vivo en Nicaragua, es que en los discursos de las autoridades
públicas, ya sean alcaldes, secretarios políticos o funcionarios se suele
destacar el lado nacionalista de Rubén Darío, sin más soporte para su
convicción que la “Oda a Roosevelt” —corroboré en cierta manera sus palabras.
—Sí, a fuerza de
repetirlo como un mantra vamos a terminar todos por creérnoslo.
—Entonces no fue como
lo cuentan
Hizo un gesto con la
mano en el aire, como quien quiere espantar un insecto molesto y además
peligroso.
—Darío siempre se
proclamó liberal. Creció y se formó, ideológicamente, en una atmósfera dominada
por el pensamiento liberal centroamericano, que tenía vocación unionista, y se
afanaba por consolidar una patria común centroamericana. Aun así, pocas veces, en su
vasta producción literaria entre artículos y poemas, abordó Darío cuestiones
políticas, y cuando lo hizo fue en respuesta a un acontecimiento puntual, en la
mayoría de las ocasiones en defensa de la latinidad frente al peligro
hegemónico de lo anglosajón, representado por la creciente influencia de los
Estados Unidos de América en los asuntos del Continente. Quienes quieren
arrinconar a Darío en sus propias convicciones ideológicas proclaman como
ejemplo que a los 25 años, publicó en el Heraldo de Costa Rica un texto
titulado “Por el lado del Norte”, que en su primer párrafo decía: “Por el lado
del Norte está el peligro. Por el lado del Norte es por donde anida el águila
hostil. Desconfiemos, hermanos de América, desconfiemos de esos hombres de ojos
azules que no nos hablan sino cuando tienen la trampa puesta”. Pero esa no era
una preocupación nueva, ni tampoco exclusiva de Darío. Era algo que estaba en
el imaginario colectivo de los intelectuales latinoamericanos desde el momento
en que se produjo la independencia de las repúblicas americanas. Ya Bolívar
había advertido del peligro y José Martí había incidido en ello medio siglo
después.
—Y parece que su “Oda a
Roosevelt”, que está motivada por la intervención de los EE.UU. en la
independencia de Panamá y la construcción del canal interoceánico, incide en
esa idea. Fue un poema, muy aplaudido por los
intelectuales latinoamericanos, en el que hace
una defensa de lo hispano frente al que califica como futuro invasor de la
América ingenua. Se opone al intervencionismo de los Estados Unidos, llama a
Roosevelt “Cazador”, por su tendencia a la ocupación de pueblos que poco pueden
hacer para defenderse y lo ve como alguien primitivo en lo sustancial—
le dije.
—Ciertamente, pero él
quería ser poeta, no un abanderado de alguna causa política, por eso cuando la
publica en 1905 dentro del libro
Cantos de vida y esperanza, deja muy claro en el Prefacio su postura
cuando reconoce que abordará aspectos políticos –siempre desde el ámbito
literario– cuando éstos sean de relevancia: “Si en estos cantos hay política,
es porque aparece universal. Y si encontráis versos a un presidente, es porque
son un clamor continental. Mañana podremos ser yanquis (y es lo más probable);
de todas maneras mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados
cisnes, tan ilustres como Júpiter”. Es la reacción de un intelectual ante un
hecho puntual. Pero no hay en sus escritos la radicalidad ciega que suele
acompañar a una actitud ideológica concreta. Él puede admirar los logros del
mundo anglosajón, reconocer su modernidad y al mismo tiempo denunciar el
peligro que supone para los desunidos países de la América latina. Lo vemos en 1900,
cuando después de visitar el pabellón norteamericano en la exposición universal
de París, escribe: “No son simpáticos como nación; sus enormes ciudades
de cíclopes abruman, no es fácil amarles, pero es imposible no admirarles (…)
Ese pueblo adolescente y colosal ha demostrado una vez más su plétora de
vitalidad”.
No era la primera vez
que conversaba con un nicaragüense sobre la aparente contradicción que había en
los escritos políticos de Darío, pero me interesaba escuchar la opinión de
Jonathan, por eso saqué el tema a colación.
—Y en 1906 escribe
“Salutación al águila”, poema que comienza con estos versos: “Bien vengas, mágica Águila de alas
enormes y fuertes, a extender sobre el Sur tu gran sombra continental, a traer
en tus garras, anilladas de rojos brillantes, una palma de gloria, de color de
la inmensa esperanza, y en tu pico la oliva de una vasta y fecunda paz”. Parece
algo contradictorio— argumenté, pero mi interlocutor no pareció
impresionado, incluso refrendó mi argumento.
—Y termina el poema con estos versos: ¡Que la Latina América reciba tu mágica influencia y que
renazca nuevo Olimpo, lleno de dioses y de héroes! ¡Adelante, siempre adelante!
¡Excélsior! ¡Vida! ¡Lumbre! ¡Que se cumpla lo prometido en los destinos
terrenos, y que vuestra obra inmensa las aprobaciones recoja del mirar de
los astros, y de lo que Hay más Allá! —Hizo una breve pausa antes de
continuar— Algunos quisieron ver en estos versos
una invitación a la invasión.
—Es difícil justificar
un cambio tan radical. He leído que el poema fue muy criticado por los
intelectuales de su tiempo, incluso algunos como Rufino Blanco Fombona lo
vieron como una traición a los ideales latinoamericanos.
Acompañé
mis palabras con un gesto que parecía insinuar tanto mis dudas como mi asombro. Entonces tuve la
impresión de que también él necesitaba justificarse, que aquella era una
cuestión nacional al margen del pensamiento político de cada uno. Especialmente
cuando ambos sabíamos que apenas habían transcurrido cinco años desde la publicación
del poema cuando EE.UU., el mismo Roosevelt, intervino en Nicaragua enviando
sus marines y ocupándola militarmente durante veintiún años hasta 1933.
—En “Salutación al
águila” Darío describió una condición ideal de panamericanismo. Cuando escribe el poema acaba de asistir a la
conferencia panamericana en Brasil y ha escuchado el discurso pronunciado por
el secretario de estado Elihu Root, que venía a afirmar que "No
deseamos más victoria que las de la paz; ni territorio alguno fuera del
nuestro... Estimamos que la independencia y los derechos iguales del miembro
más pequeño y débil de la familia de las naciones, son acreedores a tanto
respeto como los del más grande imperio" —hizo una pausa, como dando
tiempo a que las palabras hicieran su efecto—. Quizás Darío nunca experimentó
un cambio profundo de sus ideales, no varió su actitud frente a los EE.UU.,
sino que más bien cambiaron sus prioridades. Si al principio prefirió la
independencia total de Hispanoamérica, basada en un rechazo total a los EE.UU.,
ahora se decantaba por la paz y la unidad, y comprendió que ello sólo era posible
mediante la colaboración con el coloso del norte. El poeta mismo aclaró más
tarde que había escrito el poema en un ámbito de cortesía para la Conferencia
Panamericana que se celebró en Río de Janeiro, y en contestación a la agria
crítica que le hacía Blanco Fombona respondía en agosto de 1907 que su
salutación no era sino una pieza ocasional, surgida dentro del clima armónico
del evento al que asistía: “Saludar nosotros al Águila, ¡sobre todo cuando
hacemos cosas diplomáticas! No tiene nada de particular … Lo cortés no quita lo Condor”.
Parece una explicación
coherente y así se lo hice saber.
—Es cierto que cuando estalla la Primera
Guerra Mundial el ideal del pacifismo se impone por encima de sus simpatías o
de las situaciones circunstanciales y Darío no duda en comprometerse en una
dudosa campaña en favor de la paz que le lleva a los Estados Unidos.
—Pero lo Condor no quita
lo cortés y siempre habrá en Nicaragua quien se empeñe en que Rubén Darío lleve
la bandera de su partido político— sentenció Jonathan, dando por zanjado el
asunto mientras ambos nos disponíamos a dar cuenta del desayuno.
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