Sorprendente noticia, que
requiere alguna explicación sobre la manera en que se gestó ese compromiso y
cuáles fueron las circunstancias que lo hicieron posible. En esas fechas Darío
se encontraba en Uruguay, en su viaje de promoción de la revista Mundial,
acompañado por el editor Adolfo Guido. Aprovechando su estancia en la capital, El
Ateneo le ofreció una recepción el 17 de
julio, en la que leyó su Canto a Montevideo, mientras que la actriz española
Rosario Pino, que se encontraba entre los participantes, recitó el prólogo de
Los intereses creados, de Jacinto Benavente.
La amistad entre Darío y
Rosario Pino, se había ido consolidando a través de la relación de amistad que
ambos mantenían con Jacinto Benavente; ya que por un lado el dramaturgo fue el
primer amigo de Rubén a su llegada a España a finales de 1898, mientras que Rosario
Pino era la actriz predilecta de Benavente, a la que siempre daba a estrenar
sus obras. Hay que esperar que en este encuentro en Montevideo entre el poeta y
la actriz hablaran de sus amigos comunes y recordaran las circunstancias en que
se conocieron en 1899, cuando Rosario Pino junto a Jacinto Benavente y varios
amigos mas deciden ayudar a Valle-Inclán, otro compañero habitual de Darío, a
poner en escena la que fue su primer obra dramática, Cenizas, con el fin de procurar fondos para comprarle un brazo
ortopédico que supliera su recién perdido miembro. El estreno fue un fracaso de
público y Valle-Inclán nunca usó el brazo que le regalaron.
Pero, a pesar del fracaso de
sus primeras obras, Valle-Inclán no cejó en su empeño de escribir para el
teatro; y precisamente entre 1910 y 1912 estaba estrenando tres obras nuevas en
distintos locales de Madrid.
Además estaba reciente el
artículo que Jacinto Benavente, por cuya obra teatral sentía
Darío una profunda admiración, había publicado defendiendo
la pluralidad de formas en el género dramático, y donde hacía un rotundo
llamamiento a los poetas para que se incorporaran al ámbito
teatral, reivindicando el legado de Shakespeare, para así evitar que
el teatro fuera engullido por el estilo más directo del cinematógrafo, argumento
que Darío le había podido escuchar en las frecuentes tertulias mantenidas en
los cafés madrileños.
Todas estas coincidencias,
se hicieron patentes en su conversación con la actriz y parece que estimularon
de nuevo en el poeta nicaragüense su deseo de escribir una comedia. Algo que
queda reflejado en el mismo artículo de prensa, que continúa diciendo: “Rubén
Darío escribirá una obra de teatro en el más amplio sentido de la palabra. No
será un poema que finque su éxito en el elemento verbal ni en la musicalidad de
las tiradas. Su obra tendrá interés dramático; vale decir que habrá en ella
asunto, conflicto y situaciones. Ya se ha dicho que se titulará el poema La princesa está triste, y que el tipo
de la protagonista surgirá transfigurado de la deliciosa composición que con el
título de "Sonatina" figura en Prosas
profanas. La acción se desarrollará en Andalucía durante los últimos años
de la dominación musulmana. En aquel escenario suntuoso, lleno de vistosidad
cautivante, crea el conflicto pasional de su poema Rubén Darío. El prólogo, que
ya está escrito, resulta un alarde de poeta, dueño de un idioma que le responde
íntegramente a la musicalidad de los ritmos más extraños. La obra se dividirá
luego en tres actos, llenos de interés dramático, de gracia poética y de
emoción, según se afirma. En Buenos Aires, pondrá Darío la sacramental frase
"telón" a La princesa está
triste. Su deseo es hacer teatro poético a la manera de Zorrilla, esto es,
fundiendo los prestigios líricos con el interés escénico y supeditando la
tirada a la situación ficticia que rompe la unidad del asunto".
El mismo Enrique García Velloso
vuelve a incidir en este asunto cuando
publica en la revista Caras y caretas, n. 722, del 3 de agosto de 1912 la
siguiente reseña: “Desde que Rubén Darío prometió a Rosario Pino escribirle una
obra dramática, se está discutiendo en los círculos literarios de aquí (Buenos Aires) y de Montevideo si el admirable portalira de
Cantos de Vida y Esperanza sabría triunfar en el teatro”.
Algunos autores señalan que
el propio García Velloso colaboraría en la obra, como parece sugerir la carta
que el poeta, le escribe un viernes de agosto desde Adrogué: "Mi querido Enrique: Para reposo justo,
me he venido a casa de Mr. Vale. Lo sabe por cualquier cosa que sea precisa. El
suelto de La Nación ha estado muy bien; pero El Diario hasta este momento no ha
dicho nada. No descuide lo que es de su absoluta autocracia: es decir, teatro y
detalles, porque, innegablemente, es V. para ello el único. Creo, si Dios
quiere, que mañana, no será mal día. Hasta pronto. Suyo. Rubén Darío".
Incluso llegan a señalar que ambos habían ya precisado la época en que
transcurriría la acción, sobre su ambiente y el estilo que convenía a la versificación
del poema dramático, ya que Rubén Darío aceptaba
de buen grado los consejos de García Velloso, a quien consideraba, como hombre
de teatro, dueño de los secretos del oficio y en quien reconocía su alta
dignidad.
Todavía el diario de
Madrid, El imparcial, publica un suelto
en su número del día 8 de enero de 1913, cuatro meses después, en el que señala
que: “La compañía Rosario Pino emprenderá muy pronto su excursión por más allá
de las fronteras españolas y se presentará, al público parisiense en el teatro
de la "Renaissance», donde estrenará una obra en verso de Rubén Darío”.
Los motivos por los que nunca
se estrenó la obra hay que buscarlos en el hecho de que nunca hubo constancia de
que se llegara a escribir.
Algunos datos de interés:
- Rosario Pino, nacida en Málaga en 1871, fue una de las más brillantes
actrices del primer tercio del siglo XX en España.
- Benavente fue un dramaturgo español de gran éxito, renovador del
teatro en español y premio nobel de literatura.
- Enrique García Velloso fue un dramaturgo argentino, director de cine, director de teatro y guinista. Llegó
a escribir más de cien obras teatrales.
- Ruben Darío, estrenó una obra teatral de juventud, titulada Cada
oveja..., que se ha perdido.
- Juan José de Urquiza, en el
libro La amistad de Rubén Darío y Enrique
Garcia Velloso, ofrece algunos datos interesantes sobre esta historia.
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