En varias ocasiones, en los
cien años transcurridos desde la muerte del poeta, y por distintas editoriales, se ha intentado
editar las obras completas de Rubén Darío. Puede decirse que todos los intentos
han resultado fallidos. En parte porque, a lo largo del tiempo y hasta la
fecha, se han seguido recuperando artículos y poemas que estaban regados en
periódicos, abanicos, tarjetas y álbumes por toda América y España.
Las ediciones que a mí más
me han interesado son las tres primeras. Todas ellas se hicieron bajo la
dirección literaria de Alberto Ghiraldo, discípulo, amigo y biógrafo de Darío. Las
tres fueron realizadas bajo la supervisión comercial de su hijo Rubén Darío
Sánchez.
El primer intento se hizo
con la editorial Mundo Latino, a partir de 1917. Una colección de volúmenes que
contaba con los dibujos del ilustrador Enrique Ochoa.
El segundo intento, el menos
intenso, de apenas 7 volúmenes, se hizo con la editorial Renacimiento, a partir
de 1921, enmarcado en lo que quería ser la Biblioteca Rubén Darío, hijo.
Pero de las tres ediciones
la más curiosa es la tercera. Por varios motivos:
·
porque incorpora un ex libris como seña de
identidad de la colección,
·
porque ubica la sede de la colección en
Villarejo del Valle, un pequeño pueblo de Ávila (España).
·
porque por primera vez utiliza en la
comercialización de los libros herramientas de promoción y fidelización de
clientes.
Ex libris
es una locución latina que significa, literalmente, «de entre los libros».
Consiste en una marca de propiedad que normalmente se basa en una etiqueta
o un sello que, en esta ocasión, va impresa en la página del título, y que
contiene el nombre del dueño del ejemplar o de la biblioteca propietaria.
El dibujo
que contiene el ex libris de la Biblioteca Rubén Darío, como puede verse en la
foto, es el de un buitre leonado en primer plano, en el momento de atenazar su
presa, que consiste en unas bandas ornamentales, o banners, sobre una lira y un
pífano. Detrás del buitre hay una alta montaña de cono nevado, y en las bandas
puede leerse: OPERA OMNIA --
RUBEN DARIO.
Es difícil encontrar una
explicación del porqué de ese dibujo: buitre y altas montañas nevadas, en
principio tan alejado del universo dariano.
Después de pensar en ello lo
único que se me ocurría era que estuviera relacionado con Villarejo del Valle.
Una pequeña localidad que en 1920 contaba con apenas mil habitantes, sin
ninguna relevancia cultural y que, sin embargo, tiene el privilegio de figurar
en los libros de esta edición como sede de la Biblioteca Rubén Darío.
Decidí que tenía que conocer
ese lugar. Tuve que ubicarlo en el mapa.
Villarejo del Valle está situado en la provincia de Ávila, en un estrecho
valle de la sierra de Gredos conocido como el Barranco de las Cinco Villas.
Llegar hasta allí desde Madrid, en transporte público, no era fácil. Así que
alquilé un coche y una mañana soleada me dispuse a recorrer los 180 kilómetros
que me separaban del lugar. Escogí para ello la ruta que pasa por Talavera de
la Reina hasta Cuevas del Valle: y desde allí tomé por la serpenteante
carretera comarcal que bordea las estribaciones de la sierra.
Entrando en el valle, al
amparo del microclima mediterráneo que impera en la zona, crecen olivos
centenarios junto con cerezos, higueras y naranjos, en pequeños huertos
vertebrados a ambos lados de la carretera. Poco después se entra en el pueblo,
un conjunto de casas apretadas en un paisaje urbano de calles estrechas, de
trazado sinuoso, que se va adaptando al entorno irregular de la sierra.
Dentro del pueblo es difícil
hallar un lugar donde parquear y hay que buscar un hueco en una calle lateral,
dejando el coche pegado a un muro de piedra.
Busco el centro del pueblo. La Plaza de la Constitución tiene forma triangular, con el bar Emiliano a un lado y
una terraza con algunas mesas protegidas con parasoles. Me siento a una de ellas con la intención
de tomar algo fresco y reponer fuerzas. Allí lo tradicional son las patatas bravas. Aprovecho la conversación con el camarero para obtener algunas referencias del lugar. Me entero de que el alcalde se llama José
María Villacastín Rey. Es un buen comienzo, porque sin duda es pariente muy
cercano de José Villacastín. Desafortunadamente me dicen que se encuentra en
Madrid. Así que esa es una fuente de información con la que no puedo contar.
Desde la iglesia subo
paseando hasta la cantera. El último tramo, por senderos con alguna casa aislada de
reciente construcción, lo hago acompañado por el canto persistente de las
chicharras y el olor dulce de la retama, calentada por el sol del atardecer. Al
fondo aparece la sierra, con sus lomas de suaves perfiles, en donde algunos
peñascos rocosos han resistido en lo alto el desgaste de la erosión del viento
y la nieve. Entre ellos destaca el pico Torozo, una de las cimas más elevadas
de la zona. En esta época del año se ve sin nieve, pero bien podría ser el
monte que aparece en el dibujo del ex libris. Y todo parece encajar cuando unos
cientos de metros más adelante veo a lo lejos, surcando el cielo, la silueta inconfundible,
majestuosa, de varios buitres.
“Claro que en este valle hay
buitres leonados –me había dicho el camarero durante el almuerzo—Aunque en los
años 70 estuvieron a punto de desaparecer, por culpa de los plaguicidas que se
utilizaban sin ningún control”.
El buitre leonado es un
animal soberbio, de gran envergadura. Con las alas desplegadas mide unos dos
metros y medio. Ver volar estos animales, con su silueta reflejada en las
paredes de los acantilados, es un espectáculo visual impresionante. Ese es el recuerdo que a mí me ha quedado de
mis estancias en Sepúlveda, localidad de la provincia de Segovia famosa por su
gastronomía de cordero asado y tortas dulces de chicharrón. Allí solía pararme
al atardecer, al pie del Cañón del rio Duratón, para extasiarme con su vuelo
majestuoso y a veces intimidatorio cuando se aproximaban demasiado.
Sin duda esa sería una
imagen que impresionaría al joven hijo de Darío que en 1923, con 16 años cumplidos, residía allí con
su madre Francisca Gervasia Sánchez del Pozo. Ambos se habían trasladado hasta
esa localidad abulense en 1921, al casarse ella con José Villacastín, un terrateniente
del lugar, gran admirador de la obra de Darío y que alentó y acompañó al hijo
en su aventura editorial.
El buitre leonado y el pico Torozo fueron tal vez los dos grandes referentes simbólicos, imágenes habituales de su estancia en Villarejo, que acompañaron el despertar a la adolescencia del hijo de Darío.
El buitre leonado y el pico Torozo fueron tal vez los dos grandes referentes simbólicos, imágenes habituales de su estancia en Villarejo, que acompañaron el despertar a la adolescencia del hijo de Darío.
¿Fue el diseño del ex libris
una idea de Rubén Darío Sánchez o de José Villacastín, o de ambos? Lo que ya
empezaba a parecerme muy verosímil es que el dibujo del ex libris estuviera
relacionado con sus vivencias en Villarejo. En esta ocasión parecía sensato aplicar la receta de aquel profesor de historia social que decía a sus alumnos que si algo puede explicarse de manera sencilla, con argumentos concisos y directos, no tiene sentido buscar explicaciones complejas, que suelen estar llenas de descosidos por los que asoman los flecos de lo contradictorio cuando no de lo simplemente estúpido.
Otro aspecto que me había
llamado la atención, en esta tercera edición de las obras completas, era que utilizase
para alentar la compra de los libros argumentos comerciales. En la penúltima
página del volumen número VI, titulado “A.
DE GILBERT. Biografía de Pedro Balmaceda”, publicado el 31 de mayo de 1924,
se ofrece a los lectores la posibilidad de suscribirse a la colección de las
obras completas, encuadernadas en pergamino y en piel valenciana, e impresas en
tipos seleccionados, dando una relación de precios según las distintas
calidades de cubierta y papel. Y se anuncia que, “al terminar la publicación de las obras completas, la Biblioteca Rubén
Darío obsequiará a sus suscriptores con un Album que contendrá sus nombres, así
como preciosos autógrafos y fotografías del gran escritor que es gloria de
América y España”.
He buscado estos álbumes en
librerías de viejo y he preguntado por ellos a los libreros. No he conseguido
encontrar ninguno, ni he conocido a alguien que pudiera darme razón de ellos,
por lo que he llegado a la conclusión de
que nunca se hicieron.
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Referencias
Obras completas de Rubén
Darío. Mundo Latino, entre 1917 y 1919. Prólogo de Alberto Ghiraldo e
ilustraciones de Enrique Ochoa. Sacaron 22 volúmenes.
Obras completas.
Renacimiento. Biblioteca Rubén Darío, hijo. Sacaron 7 volúmenes entre 1921 y
1922. Impresa en los talleres tipográficos de G. Hernández y Galo Sáez, en
Madrid.
Biblioteca Rubén Darío, entre
1923 y 1929. Renacimiento. Ordenada y prologada por Alberto Ghiraldo y Andrés
González. Sacaron 22 volúmenes, hechos en la misma imprenta de Madrid, y
referida a Villarejo del Valle (Avila).
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