En la tranquila noche,
mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado
jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino
jazmín.
A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su
camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión
recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un
palanquín.
«¡Oh, reina rubia! ? díjele?, mi alma quiere
dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente
luz pálida,
y en siderales éxtasis no dejarte un momento de
amar».
El aire de la noche refrescaba la atmósfera
cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste
mirar.
Este poema fue publicado por primera vez en la revista Repertorio Salvadoreño (San Salvador, julio de 1889) y luego en el diario que dirigió el propio Darío, La Unión (San Salvador, 15 de mayo de 1890), formando parte de la trilogía “Sonetos Áureos”, junto a “Caupolicán” y “De invierno”.
Este
grupo de sonetos se incorpora en la segunda edición de “Azul”, publicada en 1890
en Guatemala. Se puede afirmar que marcan la aparición del modernismo en poesía,
una forma de escribir que luego se verá desarrollada y culminada en el libro
Prosas Profanas, publicado en 1896. (Juan Valera ya había señalado, en su
crítica a la primera edición de Azul que era en los cuentos y no en los poemas
donde residía la auténtica novedad del libro y el propio Darío renuncia a
incorporar alguno de los poemas contenidos en la primera edición del libro cuando hacia el final de su vida hace una selección de sus mejores poesías).
El
soneto “Venus” consta de dos serventesios y dos tercetos, que destacan por ser
todos los versos pares acabados en agudo, siendo el poema, métricamente más
extenso y ejemplo único entre los sonetos darianos, con versos de diecisiete
sílabas, formados por un heptasílabo y un decasílabo, una combinación en la
que, para algunos críticos, se siente demasiado la ligadura forzada, aunque
para otros es precisamente esta marcada cesura la que acentúa rítmicamente la
estructura del poema, contribuyendo a darle significado a través del cuidadoso
empleo del contraste entre las dos partes del hemistiquio, que hay en todos los
versos del primer cuarteto y que marcan el ritmo de todo el poema.
Mucho
se ha escrito sobre el significado del poema, haciendo énfasis en la nostalgia
del poeta o en la inasequible incertidumbre del amor, donde la distancia y las
diferencias entre los amantes harían imposible toda relación amorosa, donde
Venus sería el catalizador de los sentimientos expresados por el poeta.
Con
toda la humildad que requiere la situación me gustaría dejar mi opinión, que
surge de la primera impresión que me quedó al leer el poema.
En
el primer verso el poeta señala el momento y su situación anímica. En los
siguientes tres versos se siente de pronto inmerso en la naturaleza,
sobrecogido por lo que observa. Entre los versos 5 al 12 expresa los
sentimientos y deseos que la situación provoca en su estado de ánimo. En los
dos últimos versos el poeta vuelve de nuevo a sentir la presencia envolvente de
la naturaleza.
Lo
que quiero decir es que todo el poema es un haiku, obviamente en esencia, ya
que no responde a su estructura acostumbrada.
Es poco probable que Rubén Darío conociera la estructura del haiku japonés, (pero no se puede descartar dado su conocimiento de las culturas orientales). Este tipo de verso fue introducido en la literatura latinoamericana hacia 1919 por el poeta mexicano Juan José Tablada.
En cualquier caso, lo que es de resaltar es que no importan el lugar ni el tiempo, cuando la naturaleza nos conmueve provoca en el alma del poeta universal una emoción que invade el cuerpo y abre la mente a una experiencia evocadora y extasiada, solo modelada por su estado de ánimo, aunque luego la expresión formal de ese sentimiento pueda parecer diferente en el haiku japonés o en los de Borges y Octavio Paz.